Hace algunas semanas que no hago una entrada original en el blog, entendiendo como tal algo que me currado yo (hacer una lista de novedades, aunque me lleve mucho trabajo, no deja de ser un corta y pega de las sinopsis de la editorial) y en la que doy mi opinión sobre un tema en concreto.

 

 

Pues bien, llevo varios meses en  los que mi poca paciencia (los que me conocéis ya sabéis que nací con ese gen sin activar) está bajo mínimos. 

 

 

Todos tenéis claro cuál ha sido la chispa que ha prendido la mecha para que suba esta entrada (que lleva cerca de un año en borradores), y ha llegado el momento de publicarla. Y que explote todo, que ya va siendo hora de que demolamos esto con cimientos incluidos. Parto de la base de que yo en redes sociales etiqueto en contadas ocasiones (solo si tengo confianza con el autor o considero que mi reseña puede darle más visibilidad a la obra en cuestión) y nunca si la reseña es negativa, así que con este caso no me doy por aludida a nivel personal, pero sí me he sentido ofendida como lectora.  

 

 

Estoy hasta la mismísima punta del cuerno del unicornio de quejas, de pataletas, de lloriqueos y de ataques. Que cada uno puede gestionar sus redes sociales como le apetezca (faltaría más), siempre y cuando no se metan con los lectores y con cómo reseñamos o damos nuestras opiniones. El lector es soberano (llamadlo soberbia o como queráis, pero lo es y sus opiniones hay que respetarlas, siempre). Hace un tiempo una escritora me dijo que esto es un quid pro quo. No. Esto es que tú pones un libro a la venta, yo pago por él y estoy en mi derecho a decir todo (y cuando digo todo es todo) lo que opino sobre él.

 

 

Escaparate Literario es mi casa. Pero no solo eso. Además, mantenerla me cuesta dinero: el dominio, el hosting y los libros que reseño. ¿O es que pensáis que a mí los libros me nacen en los árboles? 

 

 

Como los libros cuestan dinero (y cada vez más, que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid algunos han decidido no dejar escapar la oportunidad y los están poniendo a unos precios prohibitivos, y se están convirtiendo en un artículo casi de lujo), estoy en mi derecho de dar la opinión sobre una lectura en cuestión de la manera que a mí me salga de mi santísimo coño. Quiero decir:

 

    • Puedo darle 5 estrellas y no decir por qué.
    • Darle 1, y tampoco. 
    • O hacer una reseña de 3000 palabras alabando una novela o diciendo todo lo malo que he visto en ella.

 

 

¿Sabéis por qué? Porque los lectores reseñamos para otros lectores, no para que los autores toméis nota y aprendáis de vuestros errores. Se supone que si habéis escrito una novela, la historia ha pasado por lectores cero (o beta) —pagándoles o gratis—, la habéis corregido, maquetado, hecho una cubierta y puesto a la venta.

 

 

Y una vez que la ponéis a la venta, el libro es un producto y, como tal, está sujeto a valoraciones, buenas, malas, regulares, mediopensionistas o lo que nos dé a nosotros la mismísima real de la gana.

 

 

Que ya está bien de la romantización de la literatura, que ya está bien de que nos digan lo que debemos o no leer, que ya… Pero, sobre todo, dejad de meteros donde nadie os ha dado bola. O sois escritores o no lo sois, pero no podéis estar en misa y repicando, y llorando por las esquinas porque alguien os ha roto la media dándole tres estrellas a vuestra novela o la crítica negativa no ha sido de vuestro agrado porque sois humanos y os ha hecho daño.

 

 

Y aquí viene cuando la matan: la crítica negativa. He de reconocer que cuando empecé, yo no la hacía. Me daba mucha pena destrozar un libro y no hacía reseña. A estas alturas del partido, considero que me debo a los lectores que me siguen y que se fían de mi criterio (gracias, queridos, sois los más mejores del mundo mundial), porque les puedo ahorrar 20 euros para que se compren un libro que sí que merece la pena. Sí, yo soy la borde que en Twitter dice: «queridos, paso por aquí para ahorraros 22 euros». Ah, espera, que como esos libros que estoy criticando están publicados por editorial (o son de autores extranjeros), no pasa nada; esos escritores no tienen corazón. 

 

 

Y diréis: «pero es tu opinión y, como tal, subjetiva». No. Subjetivo sería decir que a mí una novela (sea del género que sea) se me queda coja sin romance o que me apasiona que haya más de treinta muertos en una novela con un asesino en serie de protagonista, pero señalar que un libro está mal editado porque el malo se ve desde el tren, porque sobran descripciones, porque los diálogos son artificiales, porque te has documentado y quieres demostrarme todo lo que te lo has currado, porque los personajes son planos o porque tiene una mala traducción/corrección y no hay dios que lo entienda es objetividad. Lo podéis disfrazar de lo que queráis, pero eso es objetivo y demostrable. Os dejo por aquí algunas reseñas negativas que están en Escaparate Literario, para que comprobéis lo que os estoy contando.

 

 

Creo que el problema es que muchos tenemos tolerancia cero a la frustración y no nos agrada que se diga públicamente que algo está mal. Por eso muchos colegas míos en esto de reseñar, no se atreven con autores españoles, porque saben que lo van a pasar mal y nos les compensa. El autor se va a enfrentar a ellos por haber osado decir que su novela no es maravillosa y, lo que es peor, va a alentar a sus palmeros para que, cual jauría, vayan a acosar al bloguero que ha tenido la poca delicadeza de cometer tamaño despropósito.

 

 

Yo puedo llegar a entender que algunos no hagáis críticas negativas, pero nunca comprenderé que, si no os ha gustado un libro, tengáis el santo cuajo de hablar solo de lo bueno y de no mencionar nada malo. Porque, posiblemente, a vosotros os hayan regalado el libro, pero si yo veo que ese libro en cuestión te ha gustado, yo voy a invertir MI dinero en algo que, con casi total seguridad, no merece el tiempo ni las perras que voy a gastar en él. No sé si me explico. Los que hacéis eso deberíais tener mucho cuidado porque lo que en realidad estáis haciendo es engañar, manipulando a los que os siguen mencionando solo las cosas buenas sin hablar de nada malo. Y eso no está bien, ni aquí, ni en Pekín, ni en Tombuctú.

 

 

Que no estoy hablando de que yo no me fíe de las personas que reseñan recibiendo libros gratis, porque de algunas sí me fío, pero de la mayoría no. Por ejemplo, de todas las historias y reels y la madre que parió al tío del tambor que me salen en IG, es posible que me confíe solo en un par de personas. ¿Que por qué? Porque alguien que solo se dedica a hacer fotos bonitas, a enseñar estanterías y demás es materialmente imposible que tenga tiempo para leer con atención un libro y ser capaz de hacer una crítica que yo me crea. Que a mí no me sirve con «me ha encantado» y ya. Yo necesito saber los motivos. 

 

 

¿Que por qué exijo motivos para mí y a los escritores les digo que no deben hacerlo? Pues muy sencillo: porque yo voy a invertir mi tiempo y mi dinero en ese libro en cuestión. 

 

 

Vamos a lo importante, que me pongo a divagar y no me centro. Vuelvo al principio y voy a intentar resumirlo lo mejor posible:

 

 

  • Escritores, si os gustase más leer que escribir (que yo lo considero el orden correcto: primero lector, después escritor, porque para ser un buen escritor hay que ser un buen lector, aunque, desgraciadamente, al revés no funciona), nunca pondríais a caer de un burro a un lector, porque estaríais tirando piedras contra vuestro propio tejado. Y menos a alguien que ha invertido su tiempo y su dinero en vosotros.

 

 

  • Escritores, no critiquéis nunca la opinión de un lector, y menos por algo tan peregrino como que os rompe la media. A lo mejor, solo a lo mejor, te la rompe porque perteneces a un grupo de escritores en el que os puntuáis entre vosotros y siempre os dais 5 estrellas (hoy por ti, mañana por mí). Y ha llegado un lector que no pertenece a ese círculo y no te ha roto la media, ha valorado su libro como él ha creído conveniente.

 

 

  • Escritores, los lectores no reseñamos para que vosotros aprendáis dónde o en qué falláis. Para eso tenéis lectores cero (o beta). Los lectores podemos puntuar sin dar explicaciones, no puntuar, puntuar dando explicaciones o hacer los que nos salga de la mismísima punta del cuerno del unicornio.

 

 

  • Escritores, los lectores somos soberanos, y no debéis exponernos, bajo ningún concepto, en las redes. Es decir, no os podéis quejar de lo que ha dicho tal o cual lector sobre vuestra novela y jalear a vuestros palmeros para que vayan a pedirle explicaciones al lector en cuestión. ¿Sabéis lo que han conseguido algunos con eso? Que muchos lectores hayamos dejado de leer sus libros. Porque un escritor que echa a su jauría sobre un lector no merece ser leído nunca más.

 

 

  • Escritores, las críticas negativas vienen en el lote. Tu novela puede ser maravillosa y a un lector no parecérselo, y está en todo su derecho a decirlo. Lo del respeto en una crítica sí que es subjetivo, porque nunca (créeme, nunca) te va a gustar que hablen mal de tu obra, por eso siempre vas a pensar que se ha ido a hacer sangre, a destrozarte y a no aportarte nada que te pueda servir para mejorar (pero, recuerda, que los lectores no tenemos obligación de decirte tus fallos).

 

 

  • Escritores, ¿os habéis planteado alguna vez que muchas de esas críticas que vosotros consideráis malas pueden venir de compañeros de profesión? Porque a mí me consta que hay auténticos «terroristas» de la literatura y que por envidia (o vete tú a saber qué les pasa por la cabeza en ese momento) se dedican a boicotear el trabajo de otros compañeros. Dadle una vuelta, que a lo mejor están en vuestro propio círculo (conozco más de un caso, más de dos y más de veinte).

 

 

  • Escritores, no cuestionéis jamás a un lector cuando tiene la delicadeza de señalaros en privado las faltas de ortografía de vuestro libro. «No me lo puedo creer» o «lo voy a comprobar» no procede nunca, pero menos en casos como, y pongo solo un par de ejemplos pero los tengo a cientos, «Expiró profundamente» o «La cama estaba desecha». 

 

 

  • Escritores, no le digáis jamás a un lector cosas como esta: «Me parece que no has entendido nada… Acepto muy bien las críticas, pero si son fundadas. Si es de una persona que no ha entendido la novela, pues no se la voy a explicar. El resto de la gente que la ha leído la ha entendido perfectamente». Subestimar la capacidad de un lector y su comprensión lectora cuando te está comentando los fallos estructurales y de trama de tu novela es indecente. Algunos tienen el ego del tamaño de la catedral de Bourges y se creen que han escrito la segunda parte del Ulises. Y no. 

 

  • Escritores, no nos intentéis vender que reseñar vuestro libro nos beneficia. No. Nunca. En ningún caso es así. Primero, porque nosotros invertimos nuestro dinero y nuestro tiempo en leer vuestra obra. Segundo, porque eso significaría que os consideráis más importantes que nosotros y con más prestigio en las redes sociales, y por ahí no vamos a pasar. 

 

 

  • Escritores, sé que muchos pensáis que donde yo veo sinceridad es solamente bordería, pero, creedme, me da igual. Escaparate Literario es mi casa y voy a seguir diciendo lo que quiero, como quiero y cuando quiero porque la hipocresía no ha sido nunca lo mío. ¿Que la sinceridad está sobrevalorada? Fenomenal. ¿Que piensas que soy una borde? Más fenomenal aún. Pero a mí nunca me pillarás alabando un libro en público y denostándolo en privado o viceversa. Mantengo el mismo criterio aquí, en Wellington y en Nueva Orleans.

 

 

Resumiendo, que dice el Maestro: en Escaparate Literario, que es mi casa y que me cuesta dinero, voy a seguir diciendo lo que me salga de la mismísima punta del cuerno del unicornio. Estoy de quejicas, de llorones y demás hasta el mismísimo coño. Qué jartura, por los clavos de Cristo. Qué cansinitud.

 

Al que no le guste, por favor, que cierre el salir. Porque, como dice el refrán, «el que se pica, ajos mastica».

 

P.S.: Voy a ponerme la venda antes de hacerme la herida. Aviso a navegantes: no voy a consentir ni una sola falta de respeto por dar mi opinión sobre algo en mi propia casa. 

 

error: NO ME PLAGIES