Contenido
Esta entrada la tenía que haber escrito hace muchísimo tiempo. Pero entre lecturas, entre reseñas, entre el hartazgo… lo he ido dejando. También porque estaba ocupada sobreviviendo al circo en el que se ha convertido el mundo editorial.
Y no hablo de los libros, que siguen sosteniéndome. Hablo del ruido que los rodea. De esa fauna que «reseña» sin leer, de los aplausos enlatados, de las colaboraciones que no son más que trueques disfrazados de entusiasmo. De los rankings falsos, los filtros y las fotos perfectas de gente que, si le quitas el guion que le han pasado, no sabe decirte de qué iba el libro que acaba de recomendar.
El algoritmo premia el teatro. El favor, la pose, el silencio cómodo. Pero yo ya no tengo edad ni paciencia para tragarme más cuentos.
No escribo esto para dar explicaciones. No le debo nada a nadie. Lo escribo porque hay quien aún cree en las reseñas de verdad. Las que se mojan, las que incomodan, las que celebran lo que merece y apuntan lo que chirría.
Lo escribo para las lectoras que leen con las tripas, no con los likes. Para las que aún piensan que esto va (¡oh, sorpresa!) de libros.
Y de amor. Del de verdad. Del que no se compra con un ejemplar enviado ni se alquila por una story. Porque el amor por los libros no se finge. Se lleva dentro. Y en mi caso, creo que se nota en cada palabra.
No reseño por postureo: reseño porque los libros me han salvado más veces de las que puedo contar. Y si a alguien le molesta cómo lo digo, que se lea otra cosa.
Aquí se viene a leer y a sentir, no a posar.
Así reseño yo: con corazón, criterio y una lengua que no perdona
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor por los libros
Esta frase de Adolfo Bioy Casares bien podría estar grabada en mis estanterías o en mi alma lectora. De hecho, resume lo que dio nombre a mi primer blog: Con el alma prendida a los libros. Porque sí, así leo yo: con el alma enganchada a cada historia que me atrapa. Porque sí: leer no es solo un hábito, es un refugio, una forma de vida, un motor.
Y si reseño es porque amo leer. No reseño para que me lean: reseño porque leer me hace estar más viva, más alerta, más conectada con lo que siento. Y compartir eso, con quien lo entienda, es un acto de celebración.
No hago reseñas para quedar bien. Las hago para contar la verdad de lo que he leído. Y si duele, que duela. Pero si me entretiene, me río o lo gozo, también lo voy a decir. Porque leo para disfrutar. Para meterme en una historia y olvidarme del mundo. Para vivir otras vidas desde mi sofá.
Para mí, reseñar no es un ejercicio académico ni un ajuste de cuentas: es una conversación honesta, de lectora a lectora. Y si una novela me hace perder la noción del tiempo, aunque no sea perfecta, ya ha hecho mucho.
Mi estilo: voz propia, cero filtros y muchas ganas de pasarlo bien
Escribo como leo: con las tripas por delante. No me interesa sonar académica ni complacer a nadie. Intento que mis reseñas tengan voz, ritmo, humor, y sí, también rabia si hace falta. Pero, sobre todo, que tengan entusiasmo. Porque si algo me ha gustado, me vengo arriba. Y si me ha cabreado, también te lo cuento.
No soporto las reseñas planas, de compromiso. Aquí no se finge. Aquí se siente. Y yo disfruto leyendo, descubriendo historias que me enganchen, que me hagan reír, que me emocionen. No hace falta que un libro me desuelle para que lo valore: basta con que me entretenga de verdad.
Y cuando eso ocurre, lo celebro con fuegos artificiales. Porque no todo tiene que ser trascendente. Hay días en los que una solo quiere una historia bien contada, unos diálogos chispeantes o un personaje que le haga compañía. Y ahí también hay valor. Y placer. Y una razón de peso para recomendar con entusiasmo.
Reseño como lectora con criterio, no como jueza literaria
Leo mucho, leo muy rápido y leo con memoria. Y cuando reseño, lo hago pensando en quienes me leen buscando una recomendación con alma, no una ficha técnica. Analizo personajes, estructura, narración, tropos y temas, sí. Pero también mido el disfrute. Porque hay libros que no son una maravilla formal y, aun así, me tienen pasando página como si no hubiera un mañana. Y eso también cuenta. Porque, a veces, pasarlo bien pesa más que que todo encaje como un reloj suizo.
No hay mayor piropo que ese que dice: «no podía parar de leer». Porque ese es el auténtico superpoder de un libro: engancharte, absorberte, hacer que el mundo real se quede en pausa. Y eso, aunque no venga en los manuales de crítica literaria, es oro puro para una lectora como yo.
No hago sinopsis: hago radiografías honestas
No te voy a contar el libro, pero sí te voy a contar lo que me ha hecho sentir. Te voy a decir si engancha, si flojea, si los personajes me han convencido o me han chirriado. Y todo eso sin destriparte nada. Porque destripar es de mala gente. Prefiero dejarte con las ganas, no con la historia estropeada. Y si hay algo que no funciona, también te lo digo. Porque para recomendar sin criterio ya hay algoritmos. Yo soy más de intuición con fundamento.
Y si una novela no me emociona, pero me entretiene, también lo digo. Porque hay historias que no buscan marcarte de por vida, sino hacerte compañía una tarde. Y eso también tiene su mérito. No todo tiene que ser intenso: a veces basta con que sea disfrutable, que fluya, que no te suelte.
El marketing no me ciega (pero si es bonito, lo digo también)
No me dejo engañar por cubiertas brillantes ni etiquetas de «fenómeno del año». Pero si un libro está bien editado, tiene un precio justo o una cubierta que me hace ojitos, también lo celebro. Porque el objeto importa. Porque abrir un libro y que tenga detalles cuidados, suma. Y si encima la historia acompaña, mejor que mejor. Pero que nadie espere que aplauda una basura solo porque viene con lazo.
Y sí, soy de las que disfrutan cuando un libro es bonito por fuera. Porque leer también empieza por los ojos. Y si el diseño está cuidado, si el papel no transparenta, si la tipografía invita, ya empiezo la lectura con una sonrisa. Eso no salva una mala historia, pero puede elevar una buena. Y yo lo valoro.
Honestidad lectora por encima de todo
No vengo a sentar cátedra. Vengo a contar cómo he vivido una historia. Porque cada lectura es distinta, y lo que a mí me hace volar, puede que a ti te deje fría. Y viceversa.
Pero si confías en mi criterio, si te gusta cómo cuento las cosas, aquí estaré. Para decir lo bueno, lo mejorable y lo que me ha hecho cerrar el libro con una sonrisa. Porque sí: me gusta disfrutar. No siempre quiero que me desgarren. A veces solo quiero que me entretengan y, cuando lo hacen, me tienen ganada.
Y si un libro me hace reír cuando lo necesito, o me mantiene enganchada en mitad de un bloqueo lector, se ha ganado el cielo. Porque leer también es refugio. También es oxígeno. Y cuando una historia me rescata del hastío, yo no lo olvido.
Sí, soy intensa, intensísima. Pero también muy disfrutona
Me cabreo cuando algo no cuadra, me quejo cuando me toman por tonta, y me emociono cuando un personaje me toca la fibra. Pero, sobre todo, me encanta cuando una historia me atrapa y no me suelta. Cuando pierdo la noción del tiempo y me olvido hasta del café que se enfría. Esos libros se vienen conmigo siempre. Porque yo no reseño con frialdad: reseño con ganas de contar, de compartir, de contagiar lecturas.
Y cuando algo me gusta, lo grito. Y si me gusta muchísimo, repito. Y si me obsesiona, arrastro a todo el mundo conmigo. Porque compartir lecturas es también una forma de decir: «esto me ha hecho feliz, ven a leerlo conmigo».
Reseñar también es exigir un poquito
Leo para disfrutar. Pero también para exigir que no me traten como una lectora conformista. Porque sé lo que valen las buenas historias. Y cuando encuentro una, no me la guardo. La cuento. Con detalles, con pasión, con todo lo que me pasa por dentro. Porque eso es lo que somos las buenas lectoras: faros para otras. Y si puedo ayudarte a no perder el tiempo con lo flojo y a descubrir lo que merece la pena, ya he hecho mi trabajo.
Y si una novela tiene errores, lo digo. Pero si me ha tenido pegada al sofá, si he dormido poco por culpa de ella, eso vale más que muchas florituras. Yo no busco la perfección: busco el enganche, la emoción, el disfrute. Y cuando lo encuentro, lo celebro como se merece.
Reseño por amor a los libros, no por compromisos (y con independencia total)
No colaboro con editoriales, no reseño por compromiso y no acepto libros con condiciones ni con halagos esperando lo mismo a cambio. Todo lo que lees aquí nace de mis ganas, no de un acuerdo. Mi criterio no se negocia, y mi libertad lectora es sagrada.
Leo lo que quiero, cuando quiero y como quiero. Porque mis estanterías no son una sala de marketing ni mi web una extensión de ninguna editorial. No le debo nada a nadie, salvo a mis ganas de leer y a mi alma prendida a los libros. Y esa alma es libre. Porque solo desde esa libertad puedo ser honesta. Y sin honestidad, esto no tiene ningún sentido.
Así que, cada vez que encuentras una reseña entusiasta en esta casa, puedes estar segura de que no hay nada detrás salvo pasión y verdad. Aquí no se paga con ejemplares: se paga con historias que merezcan ser contadas.
Esta soy yo. Esta es mi forma de reseñar
Con criterio, pero también con entrañas. Con humor, con energía, con sinceridad. Porque leer es mi forma favorita de estar en el mundo. Y contártelo, mi forma de celebrarlo. Y si de paso te animas a leer algo que te he recomendado, entonces ya somos dos disfrutonas compartiendo el viaje. Nada me hará más feliz.
Gracias infinitas por seguir creyendo en mis recomendaciones

Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.