Reseña: Nada bueno germina (César Pérez Gellida)

por Montse Martín
Publicada el 4 May, 2025

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Opinión personal

 

 

 

¡Casi ha llegado el día! ¡El 7 de mayo ya está ahí! Y yo no podía dejar de ser fiel a mi cita para contaros qué me ha parecido Nada bueno germina, la nueva novela del puto amo, ahora conocido como el señor de Pelofuego o, para los no iniciados en el gellidismo (no sé si me dais lástima u os envidio), César Pérez Gellida.

 

 

 

Esta novela es la continuación de la bilogía que se inició con Bajo tierra seca. ¿Hay que leerlas en orden? Pues yo diría que sí, porque, de lo contrario, os perderiáis una parte del «histórico vital» (esta expresión tan hipermegasuperosea no es mía, se la he escuchado al tiparraco este en algunas entrevistas) de los personajes principales.

 

 

 

Pero Bajo tierra seca podría considerarse una novela autoconclusiva perfectamente (bien es verdad que con un final abierto, pero así hay cientos de historias), así que se podría empezar perfectamente por esta y seguir la trama sin perderse en ningún momento.

 

 

 

Hoy voy a ser todo lo comedida posible y generalizaré bastante porque no quiero destripar nada de la novela anterior. Me va a resultar difícil, pero lo voy a intentar con todas mis fuerzas.

 

 

Mis últimas reseñas de las novelas de Gellida las he empezado haciendo símiles con el tenis y hablaba de punto, juego, set y partido, pero hoy vamos a cambiar de deporte. ¿Por qué? Porque quiero, puedo y me da la reputísima gana. Que os recuerdo que, como la diosa que soy, este es mi reino y aquí se nos saltan las lágrimas con cada haka de los All Blacks.

 

 

 

A finales de 2020, Gellida publicó un artículo en Zenda en el que mencionaba los ingredientes, según él, para una buena novela. A saber: «crear una trama robusta, interpretar personajes potentes, engañar al lector y moverme con soltura por el escenario».

 

 

 

Voy a analizar detenidamente cada uno de estos aspectos para comprobar si lo que dijo en su momento sigue siendo cierto y si realmente lo ha cumplido en Nada bueno germina:

 

 

 

  • Trama robusta. La trama se ramifica en múltiples subtramas: Costa y Monterroso atracando bancos, escapando del reguero de cadáveres que han dejado tras de sí y siendo perseguidos por media España. ¿Es sólida? Lo es, y con creces. Avanza como un moul bien formado: contundente, imparable y perfectamente coordinado.

 

 

 

  • Interpretar personajes potentes. Esto no es una tarea fácil, pero aquí abundan. No recuerdo otra novela de las anteriores (quizá Konets o Khimera, pero no pondría la mano en el fuego) con tantos personajes principales como esta y Bajo tierra seca. Los protagonistas indiscutibles son Antonia Monterroso y Sebastián Costa, alrededor de quienes gira toda la trama: su huida, su persecución… 
    • Pero no están solos: hay muchos más personajes que les igualan en peso narrativo. ¿Potentes? Todos lo son, y mucho. Están construidos con un nivel de detalle y cuidado que no distingue entre quienes protagonizan una escena o toda la novela.
    • Como en un buen partido de rugby, cada personaje entra en juego con fuerza, precisión y una función clara: ninguno está de relleno, todos empujan hacia la línea de ensayo.

 

 

 

  • Engañar al lector. Esta es una de sus especialidades. Lo hace desde su primera novela: sembrar la duda hasta hacernos dudar de la propia duda es una de sus marcas de autor. Pero lo hace sin trampa ni cartón, nada de artificios forzados para que todo encaje al final; simplemente nos coloca las piezas delante sin que las veamos. Y cuando por fin atamos cabos, ahí estaban, en todo momento.
    • En esta entrega, el suspense gira en torno a la relación entre la Monterroso y Costa, sus fechorías y su huida hacia adelante. ¿Me ha engañado? Por supuesto que sí, y con elegancia. Ha jugado como un apertura veterano: leyendo el campo, amagando el pase y dejándonos mirar al lado equivocado antes de ensayar justo donde menos lo esperábamos.

 

 

 

  • Moverse con soltura por el escenario. Este es otro de sus puntos fuertes. En Nada bueno germina, Gellida nos transporta a la España de 1918 (entre Andalucía, Madrid y Valladolid), un país que se desangra entre el hambre, la violencia y la amenaza de una epidemia. ¿Ha logrado que me sienta dentro de la historia, acompañando a los personajes en cada uno de sus pasos? Sin duda: totalmente. Se mueve por el terreno narrativo como un zaguero entre rivales: ágil, preciso y sin perder nunca de vista la línea de fondo.

 

 

 

¿Hay más madurez que en sus novelas anteriores? La respuesta es un sí rotundo, sin lugar a dudas. Y no solo es la más madura, tanto por su trama como por sus personajes, también es la más tarantiniana, incluso más que Bajo tierra seca (y eso que el listón ya estaba altísimo). Además, es la que más acción concentra. No da tregua. Es un no parar de principio a fin. Va como un partido en el que no se pita ni una sola interrupción: ritmo frenético, tensión constante y adrenalina hasta el último minuto.

 

 

 

España, 1918. El país se derrumba: el pueblo pasa hambre y miedo, y, además, está sufriendo una epidemia. 

 

 

En medio del desastre, Sebastián Costa y Antonia Monterroso no buscan redención ni justicia ni tonterías por el estilo. Solo quieren escapar.

 

 

Él se ha convertido en un atracador. Ella es una auténtica superviviente que sabe lidiar con todo. Juntos no forman una pareja, sino una alianza. Frágil, tensa, peligrosa. Pero útil. Lo suyo no es amor ni lealtad: es un pacto necesario alimentado por la ambición, el deseo y el miedo.

 

 

Se mueven rápido, con la urgencia de quien sabe que la suerte no dura. Cruzan Jaén, Córdoba, Madrid, Valladolid, con la idea de largarse al otro lado del Atlántico, donde, según ellos, empieza el futuro.

 

 

Pero cuando se han dejado tantos cadáveres y enemigos vivos atrás, lo de empezar de cero es una broma pesada. Porque ni el pasado se borra ni los muertos olvidan.

 

 

Además, lo que hay entre ellos tampoco es tan sólido como parecía. Las grietas están ahí. Y la pregunta no es si se romperá todo, sino cuándo. Porque la libertad se paga. Y se paga cara. Con sangre, con traición o con silencio. A veces con todo a la vez.

 

 

Gellida nos regala una novela brutal, afilada y adictiva: una historia de huida, ambición y deseo en tiempos convulsos. Una historia que deja huella. Porque en tierra seca nada bueno germina y la redención no existe. Solo la ley del más fuerte.

 

 

Vamos al lío, que es a lo que hemos venido:

 

 

 

¿Qué me ha gustado?

 

 

 

  • Tengo que empezar por la cubierta que, al fin y al cabo, es lo primero que nos entra por los ojos. Sigo echando de menos los «portadones» de Chevi de Frutos, pero en esta, como en la anterior, los elementos están bien integrados con la historia. Me gusta más que la de Bajo tierra seca, aunque no sé si porque realmente es más bonita o porque ya me he acostumbrado a este nuevo estilo o porque me gusta más el azul que los ocres de la otra.

 

 

 

  • El título completa la sentencia que empezó con Bajo tierra seca: Bajo tierra seca nada bueno germina. Es una forma de cerrar el círculo, de anunciar desde la portada lo que va a pasar. Porque aquí no germina nada bueno: solo el caos, el miedo y la violencia. Y, sobre todo, la certeza de que nadie sale ileso. 

 

 

 

 

  • Pero vamos a ver, alma de cántaro, ¿qué esperabas que germinara si te has paseado por media España arrasándolo todo como si llevaras un ejército detrás? Y encima te enorgulleces de los casi cien muertos que has dejado por el camino. Lo dices sin pestañear, como si fuera un mérito. Y nos adviertes que muchos nos van a doler. Pues claro que me han dolido, HDLRC. Lo tuyo no es escribir novela negra, lo tuyo es abrirnos en canal. Las pelis de Tarantino al lado de lo que tú haces parecen cuentos de buenas noches.

 

 

 

 

  • Me ha costado, porque a veces soy tontísima, pero un montón de novelas después ya estoy absolutamente convencida de que Gellida no mata por tensión narrativa ni por justicia poética. No. Este HDLRC mata porque puede. Porque le da la recontrarreputísima gana. Porque con su secador y su teclado decide quién respira y quién no. Y lo peor de todo es que el muy cabrón lo hace bien. Jodidamente bien. Porque entre tanta muerte hay dolor. El que me quedó a mí cuando cerré el libro y no podía olvidarme de los que ya no estaban.

 

 

 

 

  • En cuanto a los temas, esta es una novela sobre la ambición sin freno, la lucha por sobrevivir, la violencia estructural de un país que se descompone y la imposibilidad de redimirse. El amor está, sí, pero disfrazado de necesidad. La lealtad se compra. La muerte es la única constante. Y todo está teñido de crítica social, porque aunque esto ocurra en 1918, no hemos cambiado tanto. Seguimos con unos viviendo en hoteles de lujo mientras otros revuelven la basura. Y sí, da rabia.

 

 

 

 

  • La estructura de la novela, en partes tituladas subdivididas en capítulos también subtitulados, divididos a su vez en escenas cortas. Todos perfectamente datados y geolocalizados, para que en ningún momento nos perdamos porque, para rizar el rizo, muchas de las escenas suceden de manera simultánea. Gellida juega a movernos de escenario y de cabeza en cabeza, pero lo hace con una precisión quirúrgica. Y eso, cuando tienes tantos personajes en danza, es un regalo.

 

 

 

 

  • Los títulos de los capítulos no se limitan a poner nombre: impactan y preparan el terreno para lo que está por venir, lo que le da aún más fuerza y sentido dentro del conjunto.

 

 

 

 

  • Utiliza un narrador cuasi omnisciente en tercera persona, que va cambiando el foco de un personaje a otro, como suele hacer Gellida. Y lo hace con maestría. Porque no es solo que salte entre cabezas, es que cada personaje tiene una voz narrativa propia, reconocible, nítida. No hay confusión, no hay voces planas ni intercambiables. Cada uno carga con su tono, su ritmo, su forma de mirar. Y eso, en una novela casi coral como esta, no es que sea oro, son auténticos ópalos negros.

 

 

 

  • Los giros narrativos no son muchos, pero están donde tienen que estar y no hacen trampas. Me los he tragado casi todos como la reina que soy. Y con cada uno he tenido que parar, respirar y reevaluar las hipótesis que llevaba construidas. Porque aquí no se trata de sorprender por sorprender, sino de mover las piezas con inteligencia y dejarte pensando si te has perdido algo por el camino. Spoiler: sí, me lo había perdido.

 

 

 

  • La tensión está muy bien mantenida durante toda la novela y va in crescendo conforme avanzas en la lectura. Porque esto no va solo de saber si los van a pillar, si se matarán entre ellos o qué cojones va a pasar. Se trata de ir resolviendo todos los interrogantes que se han ido abriendo desde el principio. Y no son pocos. Cada vez que crees que estás acercándote a una respuesta, salta otra duda, otro detalle, otra grieta (que, generalmente, es otro muerto, o dos docenas de ellos, lo que al señor le plazca). Y tú, como lectora, no puedes parar hasta intentar encajar todas las piezas.

 

 

 

  • El ritmo es muy ágil (quizás el más desbocado de todas sus novelas) gracias al cambio constante de escenarios y de personajes, y porque la acción no da tregua en ningún momento. No hay pausas. No hay descanso. Y en lugar de ir cerrando incógnitas, cada página abre una nueva. Cada paso adelante siembra más dudas. Así que seguimos leyendo como posesos, no por placer tranquilo, sino con la necesidad de resolver una ecuación que se complica más cuanto más creemos entenderla.

 

 

 

  • Aunque, como ya pasaba en Bajo tierra seca, la época en la que transcurre pueda despistar, las señas de identidad de Gellida están ahí desde la primera línea. Su estilo es inconfundible: muy audiovisual, con escenas cortas, sin apenas transiciones, todo encadenado en una sucesión que no te deja respirar. Y, por supuesto, con su sello habitual: violencia, sexo, acción. Sadismo del bueno, del que no se esconde. Sangre a hectolitros, muertos por decenas, asesinatos descritos con la crudeza y el realismo que exige la historia. En definitiva, una orgía emocional en la que todo vale y nada se suaviza. ¿Pa qué? Si algún día ruedan una serie de estos dos libros, se van a acabar todos los suministros de lo que sea que utilizan como sustituto de la sangre. La madre que lo recontrarreparió.

 

 

 

 

  • Los personajes de esta novela (que roza lo coral, porque casi todos tienen la misma importancia y no se puede prescindir de ninguno sin perder parte del mundo de sangre que ha construido el autor) están magníficamente caracterizados. Físicamente, los podemos visualizar sin esfuerzo. Psicológicamente, están trazados con precisión milimétrica. Cada uno aporta una pieza clave. Cada uno sostiene su parte de la historia. No hay secundarios de relleno: todos arrastran heridas, sombras y decisiones que importan. Además, en esta ha incluido tres personajes históricos que conviven con los de ficción a la perfección.
    • Antonia Monterroso: Antonia, a la que admiré en la novela anterior por su modo de haber convertido la manipulación en un arte, en Nada bueno germina ha descubierto lo que es el miedo. Pero no por su vida. Es el temor que nace de saberse expuesta, vulnerable ante alguien. Y eso la ha humanizado a mis ojos. Como personaje, la Monterroso es, como poco, fascinante. Y aquí, queridas, me ha caído mejor que en Bajo tierra seca, aunque no voy a negaros que desde el principio he deseado para ella la peor de las muertes. La más cruel. Una que le hiciera suplicar por el final.
    • Sebastián Costa: es el antihéroe perfecto. Exmilitar que luchó con Gallardo en Filipinas, aunque cuando se reencontraron en Bajo tierra seca llevaban quince años sin verse. Ha dejado el trabajo en el que lo conocimos (investigador privado) y se ha convertido en un atracador de bancos y en todo lo que se le ponga por delante con tal de sobrevivir. Es un auténtico golfo, pero un golfo con principios. Ha sido, para mí, el mejor personaje de Nada bueno germina, por su moral ambigua y por sus claroscuros. 
    • Martín Gallardo: lo expulsaron de la Guardia Civil por los sucesos que ocurrieron en Zafra. Ahora vive con Rosario en Ciudad Real. Hasta que alguien viene a tocar a su puerta y provoca que se despierten todos sus demonios. Sigue siendo uno de mis personajes favoritos, pero aquí Sebastián se lo ha comido entero.
    • Rosario: mi dragona, mi reina, mi diosa. Cuando estaba leyendo la novela, le escribí un mensaje a César diciéndole: «si a Rosario le pasa algo, mueres. Si Rosario muere, tú vas detrás». Me conquistó en Bajo tierra seca porque era el único personaje realmente bueno, y aquí me ha puesto a sus pies por la inmensa evolución que tiene su arco. Como he dicho al principio, una bisonta. Pero de las auténticas. No de las de pacotilla. 
    • Joan Esteve: uno de los socios de La Protectora, me ha robado completamente el corazón. Me ha parecido un tipo muy noble.
    • Constantine: uno de los personajes reales que aparecen en la novela. El conserje de un hotel que comercia y trafica con información, vendiéndosela al mejor postor. Su única patria es el dinero.
    • Ramón Fernández-Luna: otro personaje real, conocido como el Sherlock Holmes español. Me ha encantado su personalidad, porque a él lo que le gusta es investigar, no ser un caimán de moqueta. Su escena en el desenlace me ha dejado ojiplática.
  • Hay muchísimos más personajes dignos de aparecer en esta entrada, pero ando ya cerca de las 2500 palabras y si sigo me planto en las 10 000 sin despeinarme, y en lugar de una reseña esto va a parecer una tesis.

 

 

  • En cuanto a la ambientación, me ha gustado muchísimo el contraste entre la sequedad y la pobreza que vivimos en Bajo tierra seca y el lujo en el que se mueven algunos de los protagonistas en este: los hoteles en los que se alojan, los restaurantes en los que comen… Gellida alterna con habilidad entre la miseria rural y el lujo urbano. Y esa dicotomía lo llena todo de verdad. Porque mientras unos matan por un mendrugo, otros brindan con champán. Como sigue sucediendo, unos malviviendo y otros derrochando el dinero a manos llenas. Deberíamos darle una vuelta a esto porque, como se puede comprobar, no hemos evolucionado nada como sociedad. Y así seguimos.

 

 

 

  • Respecto al desenlace, es completamente cerrado (salvo un cabo suelto que no va a ninguna parte, pero que me ha parecido lógico y consecuente con el desarrollo de la historia). Además de inesperado (porque ni en mil vidas hubiese imaginado esa valentía), puritita justicia poética que lo llaman. Me he emocionado más de una vez leyéndolo, porque, después de más de mil páginas acompañándolos, los personajes pasan a ser como de nuestra familia, y vivimos y sufrimos con ellos. 

 

 

 

 

Resumiendo, que dice el Maestro: Nada bueno germina se construye sobre unos personajes que protagonizan una trama sólida y sin fisuras, que se desarrolla con esa habilidad que Gellida tiene para jugar con los saltos espaciotemporales sin que el lector se pierda. Y, como es habitual en él, sabe exactamente cuándo cortar un capítulo para dejarte con la intriga clavada. La tensión no solo se mantiene: crece. Y cuando llega el desenlace, cumple con lo prometido. Está a la altura. Y mucho más.

 

 

 

Esta es su novela más madura, más salvaje y más tarantiniana. Y, por si no lo habéis pillado, posiblemente la que más me ha dolido. Y cuando duele, es que Gellida está en su salsa. Y le hace mucha gracia. Maldito cabronazo.

 

 

 

Nada bueno germina es mucho más que una continuación: es una evolución literaria y emocional. Más ritmo, más profundidad, más dolor. Gellida ha ido a matar (como siempre, pero aquí con saña) y ha demostrado que puede hacerlo sin que se le mueva ni una pestaña. Porque sí, queridas, este HDLRC mata porque puede. Porque le da la puta gana. Y porque lo hace jodidamente bien.

 

 

 

No me voy a repetir más (¿cómo que no?, si esta es la república independiente de mi casa), pero lo diré otra vez: el puto amo no tiene tope. Y lo peor (o lo mejor) es que aún le quedan muchas novelas por delante para seguir dejándonos con la boca abierta. Porque cada historia que nos entrega no solo está a la altura de la anterior, la supera. Y eso, sinceramente, parecía imposible. Pero él lo hace. Punto.

 

 

 

Como ya dije al principio, y para ir resumiendo y cerrando esta reseña infinita, Nada bueno germina es una historia potentísima, con una trama brillantemente orquestada, personajes impecablemente construidos, un ritmo muy rápido, giros que te descolocan sin hacer trampas y un final brutal.

 

 

 

Disfrutadla mucho, queridas, porque yo ya me he cansado de recomendaros las novelas que nos regala este tipo. Empieza a darme una perecísima infinita que se siga superando, pero yo, como la gellidista «juligan» que soy, regresaré dentro de año y pico (o cuando su santidad quiera volver a encender el secador) para contaros lo mismo. ¿Me fastidia? Muchísimo. Pero es lo que toca. ¡Hay que rejoderse!

 

 

 

Me reitero: mantengo la apuesta y me sigo jugando todos los libros de mis estanterías a que Gellida será Planeta antes de 2028. ¿Qué me decís?

 

 

 

 

 

 

 

 

Autor

 

 

César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en dirección comercial y marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual hasta que, en 2011, decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor.

 

 

César Pérez Gellida irrumpió con fuerza en el mundo editorial con Memento mori, que cosechó grandes éxitos tanto de ventas como de crítica y obtuvo el premio Racimo de literatura 2012.

 

 

Constituía la primera parte de la trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne», que continuó con Dies irae y se cerró con Consummatum est y por la cual le fue otorgada la Medalla de Honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses 2014 como reconocimiento a su ardua labor de documentación.

 

 

En noviembre de 2014 le otorgaron el Premio Piñón de Oro como vallisoletano ilustre, y en marzo de 2015 apareció su cuarta novela, Khimera. Actualmente sigue escribiendo y colabora como columnista en El Norte de Castilla.

 

 

La trilogía «Refranes, canciones y rastros de sangre» está compuesta por Sarna con gustoCuchillo de palo y A grandes males.

 

 

En noviembre de 2017 publicó Konets, secuela y su precuela de ambas trilogías.

 

 

En octubre de 2018, con Todo lo mejor inició la bilogía berlinesa, que concluyó al año siguiente con Todo lo peor.

 

 

En noviembre de 2020 publicó La suerte del enano.

 

 

En septiembre de 2021 publicó Astillas en la piel y en septiembre de 2022 Nos crecen los enanos.

 

 

En 2023 se estrenó la adaptación para serie de televisión de Memento mori y a finales de abril de 2025 su segunda temporada. Es uno de los mayores referentes de la novela negra, con más de 300 000 lectores, y dirige junto a Dolores Redondo el festival literario Blacklladolid.

 

 

Bajo tierra seca se ha alzó con el Premio Nadal en 2024.

 

 

 

 

Datos del libro

 

 

 
Título Nada bueno germina
Autor César Pérez Gellida
Editorial Destino
Publicación 7 mayo 2025
Traducción
Serie