Opinión personal
En septiembre de 2010 es encontrado el cadáver de una joven ecuatoriana de veinticinco años, con los párpados mutilados. El inspector Ramiro Sancho, jefe del Grupo de Homicidios de la Comisaría de las Delicias de Valladolid debe hacer cargo del caso.
Cuando aparece otro cuerpo asesinado con parecido modus operandi, un experto profiler es enviado desde Madrid para que les ayude en las investigaciones.
Y el caso se convierte en una lucha mental entre un asesino sociópata y narcisista y un inspector de policía que tiene muy pocas ganas de jugar.
Compré este libro porque, además de ser novela negra, se desarrolla en Valladolid, la ciudad de mi chico. Al principio, cuando empecé a leerlo, pensé que iba a ser una novela muy parecida a Entre dioses y peones de Alberto Gómez Vaquero, por localizarse ambas en la misma ciudad y porque también, en este caso, el autor se pone en la mente del asesino. Pero ahí acaban todas las coincidencias.
Memento mori es la primera de las tres partes de Versos, canciones y trocitos de carne, una trilogía (¡otra!, ¿se han puesto de moda o qué? ¿no puede ser un único libro o una tetralogía? ¡qué hartura!), cuyo segundo libro llevará el nombre de Dies irae.
Lo primero que sorprende es que esta sea la opera prima del autor. Cualquiera que lo ignore pensaría leyéndole que tiene muchas tablas, pero, sobre todo, que se ha documentado muy bien, fundamentalmente en los aspectos policiales, en los forenses y en los psicológicos. Y, además, describir la ciudad donde has nacido y has vivido un montón de años y hacer que el lector sienta que está paseando por sus calles o entrando en sus locales es también digno de mención.
El título, Memento mori, es una expresión latina que se puede traducir como Recuerda que morirás.
Ambientada en Valladolid, entre el 12 de septiembre de 2010 (mi cumpleaños, casualmente) y el 7 de enero de 2011, la novela está estructurada en un prólogo, 29 partes tituladas (con frases extraídas de canciones de Enrique Bunbury) y Anidando liendres, un epílogo que no es catalogado como tal, que sucede en marzo de 2011 en Trieste (Italia), pero que para mí lo es; el autor intercala también un capítulo desarrollado en 1988. Además, hay un apéndice con la Banda Sonora, otro con los Personajes y otro con el Poemario. Añade también las traducciones de las múltiples citas latinas o en otros idiomas utilizadas. Estos capítulos, como las escenas y pasajes de que se componen, están datados, tienen su correspondiente horario y, además de temporalmente, nos sitúa geográficamente poniendo también la localización exacta.
Escrita en tercera persona, con un narrador omnisciente multiselectivo (excepto el prólogo, escrito en primera), siguiendo un orden cronológico lineal con retrospectivas, con un estilo directo y ágil, cuidado pero sin florituras, lleno de citas y guiños, tiene una trama muy bien urdida, que nos va envolviendo poco a poco al permitirnos conocer la historia desde el punto de vista del asesino (Augusto Ledesma) y del policía que lleva a cabo la investigación (Ramiro Sancho).
Aunque los diálogos son abundantes, el ritmo es medio, pero nos absorbe desde las primeras páginas, gracias a una intriga que va en aumento conforme avanzamos en la lectura; esta tensión no es física, es más bien psicológica, un juego mental con el que ha decidido divertirse el asesino y del que ha hecho partícipes a algunos de los personajes que aparecen en la novela; además, con unos cuantos giros narrativos al final del libro, nos damos cuenta de que César ha estado jugando con nosotros más que Augusto Ledesma con su persecutor.
Los personajes, sobre todo los tres principales, Ramiro, Augusto y Carapocha, muy bien caracterizados y muy complejos. Ramiro Sancho, el inspector de homicidios, es un policía bastante poco arquetípico: aunque está atormentado, respeta las normas a rajatabla; además, utiliza muchísimos refranes para expresarse (según mi hermana eso es síntoma de escasez de vocabulario; según yo, que soy la que escribe aquí, de una rica cultura popular). Me he planteado si este uso del refranero castellano no tendrá alguna relación con su apellido y el más famoso de todos los Sanchos de la literatura.
Augusto Ledesma es el asesino. Millonario (no necesita trabajar para vivir, aunque se dedica al diseño gráfico), narcisista, sociópata y cultísimo (escribe poemas y, además, cuando da nombres falsos los escoge, por ejemplo, de La metamorfosis o del Ulises de Joyce). La música que le gusta, que es la banda sonora del libro, va desde Héroes del Silencio, Enrique Bunbury, Depeche Mode, Placebo, Love of Lesbian a Muse. Además, los poemas que deja en las escenas de los crímenes, están llenos de citas mitológicas.
Armando Lopategui, Carapocha (porque sufrió viruela en su infancia), es el psicólogo criminalista que va a Valladolid para ayudar en la investigación. Ex agente del KGB y de la Stasi, es experto en asesinos en serie.
Los escenarios y ambientes son lo mejor de la novela. Apenas conozco Valladolid, pero con el autor hacemos un recorrido por algunos de sus barrios, como el Campo Grande, el de la Rondilla, Covaresa, Parquesol o Arturo Eyries; también conocemos algunos de los locales más emblemáticos de la ciudad, como Zero, Restaurante la Parrilla de San Lorenzo o el Bar Domingo. Y las escenas de los homicidios, muy bien descritas.
El desenlace, con unos cuantos giros narrativos inesperados, es no solamente inospechado, también impactante, con un cliffhanger que a mí, por segunda vez consecutiva, me ha dado ganas de tirar el libro por la ventana o de hacerle al autor lo mismo que Augusto Ledesma les hace a sus víctimas pero multiplicado por mil.
El único «pero» de la novela, además de que para mí no es autoconclusivo, es que emplea demasiada terminología científica y en algunos momentos podemos llegar a perdernos y a no encontrarnos.
Este libro no hace más que confirmar lo que últimamente vengo manteniendo: en España se hace novela negra de muchísima calidad, en algunos casos muy superior a la que viene del norte (y ya sabéis que soy la primera fan de la novela nórdica). He leído que le comparan con Larsson; no sé si eso es bueno o malo: creo que cada uno tiene su estilo; posiblemente que una primera novela la equiparen con Millenium debe enorgullecer al autor, aunque si fuese mi caso, preferiría ser única.
Es decir, que estamos asistiendo a una macabra partida entre un asesino y un policía en un tablero cuyas casillas son nuestras calles y las fichas son vidas humanas.
¿La has leído? ¿Te ha gustado? Cuéntanos tus impresiones.
Autor
César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974.
Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid.
Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual hasta que en 2011 decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor.
Memento mori es su primera novela.
Datos del libro
Título | Memento mori |
Autor | César Pérez Gellida |
Editorial | Suma |
Primera edición | 13 febrero 2013 |
Serie | Versos, canciones y trocitos de carne |
Esta reseña se publicó originalmente el 12 de marzo de 2013 en el blog Con el alma prendida a los libros (ya cerrado). Como no quiero perder las entradas ni las sensaciones que me dejaron las novelas reseñadas allí, la recupero en esta web sin moverle ni una coma.
Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.