Opinión personal
Por una vez voy a empezar por el principio y sin anestesia: «el chico de Valladolid» es un puto genio. Sí, no penséis que me he vuelto loca (porque los que me conocéis ni os planteáis que yo esté haciéndole la pelota a nadie), pero es la única conclusión que se puede extraer después de leerse ocho novelas de este autor.
Porque si Khimera era el engranaje que unía las dos trilogías anteriores, Konets es su secuela y su precuela (ahí, sin despeinarse, arriesgando). Pero es que, por si eso fuera poco, ha tenido el valor de que en esa novela se enlacen las siete tramas de las novelas anteriores, más la propia. Lo sé, un sindiós, una idea que solo puede ocurrírsele a una mente como la de Gellida.
Como sabéis, Khimera no la pude leer en su momento porque cuando llevaba un 66 % me la reventaron. Me puse con ella hace dos meses (porque es imprescindible para poder entender Konets) y ahora me doy cuenta de que me hicieron un favor, porque todos los datos los tenía frescos y he podido disfrutar de este broche final muchísimo más.
El orden normal de lectura es el de publicación, pero si alguno hace lo mismo que yo (dejar Khimera para después de las dos trilogías) pienso que podrá sumergirse con más facilidad en este universo, multiverso y metaverso gellidiano.
Como habréis podido deducir (y si no lo habéis hecho ya os lo digo) esta es, para mí, la mejor novela de César porque es la más completa. Y me pregunto yo: ¿qué le queda por contarnos? Porque no sé vosotros, pero yo me espero cualquier cosa.
Como hice en la reseña de A grandes males, voy a intentar contaros por qué es una obra maestra, porque es fácil que se me escape cualquier detalle y que destripe la lectura a alguien (y nada más lejos de mi intención). Vamos allá:
¿Por qué es una obra maestra?
- Porque el autor es un «director de orquesta» que nos hace tocar, bailar y leer al son que a él le apetece en cada momento. Y que nos lleva de la mano en cada historia y con cada personaje por los caminos que pretende sin que nos demos cuenta.
- Cada novela de las trilogías anteriores era, en sí, una novela autoconclusiva, aunque cada una tenía un hilo conductor: «Versos, canciones y trocitos de carne» a Augusto Ledesma y «Refranes, canciones y rastros de sangre» la Congregación de los Hombres Puros. Khimera gira en torno a la Asamblea y Konets es un unicum en el que vemos desfilar algunos de los personajes o temas tratados en obras anteriores.
- Pero en esta novela va mucho más allá y las partes en las que está dividida (los Movimientos) son en sí mismas una novela dentro de otra novela. ¿Me seguís? Cada movimiento cuenta una historia que se cierra. ¿Vosotros veis normal esto? Porque creo que no he leído nada igual con anterioridad.
- En Khimera ya nos adelantó quién iba a ser el protagonista de la novela que cerraría este universo, adjudicándole a Olek un instrumento concreto: la clave. La llave que nos abre la puerta a nuevas historias y nos cierra las que no habían quedado completamente rematadas.
- Esta novela consta de dos historias, la que nos presenta a Olek en 2029 y vamos conociendo su vida (la precuela de Khimera) y lo que sucedió después de la destrucción de Lukomorie (su secuela).
- Es muy difícil armar una historia y que todos los hilos argumentales confluyan de una manera natural. Pero no tiene bastante con que los dos hilos temporales de Konets estén perfectamente ensamblados, que va más allá y engarza, además, las siete historias previas. Como decía en la introducción, un genio. Lo que en cualquiera hubiera sido un auténtico pandemonio, aquí queda perfectamente armado y sin ningún cabo suelto.
- Hilar siete tramas más esta es una labor de ingeniería y no se le ha desencajado ninguna pieza. Y he querido pillarlo, que tenía los libros preparados en Nubico para ir a buscar fechas y datos (y he ido a comprobar más de uno y más de diez), pero es imposible. Las puntadas están tan bien dadas que no se deshila la historia por ningún lado.
- Pero también es muy complicado equilibrar esos dos hilos y que queden compensados, que una parte no se coma a la otra porque tenga más peso. A mí me ha gustado más la parte más cercana en el tiempo porque es más thriller, pero ambas tienen el mismo poder de atracción.
- No tiene bastante con esto que nos hace un juego de espejos en una escena que es un calco de una que vivimos en Consummatum est. En cuanto empecéis a leerla sabréis de qué estoy hablando.
- Esta novela es mucho menos densa y menos árida que Khimera, en la que tanto dato «histórico» podía terminar abrumándonos. Aquí se ha prescindido de todo ese tipo de información y se da solo la justa para entender el contexto y lo que está sucediendo. A los que el universo de Khimera les gustó menos, aquí van a encontrar a Gellida en estado puro.
- El personaje de Olek Opiozcenek es el más complejo de todos los creados por este autor. El de Erika es muy completo, pero no creo que nadie nos pueda transmitir tantas emociones diferentes como el hijo de su santo padre, porque pasamos de empatizar con él a encariñarnos, para después odiarlo, en milésimas de segundo. Y así durante toda la novela, porque la mayoría de las veces no sabemos si va o viene.
- Erika no hay sido nunca mi personaje favorito, siempre ha quedado eclipsada por alguien: por Augusto, por su padre, por Sancho. Pero es un personaje magníficamente construido, al que tan pronto la humaniza como la hace dura como una piedra. Por eso, con ella siempre, siempre, tenemos la emoción asegurada, porque nunca sabemos por dónde va a salir.
- Una de las cosas que más me gusta de este autor es que es capaz de insinuar sin destripar. Me explico: no se explaya contándonos cosas que han sucedido en novelas anteriores, solamente nos las recuerda, de manera muy sutil; los que las hemos leído sabemos de qué nos está hablando; los que no, podrán leerse esas novelas si no lo han hecho, porque estoy segura de que tienen una noción muy pequeña de lo ocurrido. Además, estos datos sirven para que refresquemos las memoria y recordemos sucesos que podíamos haber olvidado.
- Me ha encantado que muchas escenas empiecen con la frase final con la que acaba la anterior. Es una manera de hacer aún más uniforme la historia.
- Me gusta que el autor juegue conmigo, que me dé y que me quite, que intente engañarme y que lo consiga en algunas ocasiones. Pero me gusta aún más que me sorprenda, y que aparezca un personaje de las novelas anteriores y haga algo que me rompa completamente los esquemas. Aunque después lo analice y diga: eres muy boba, Montse. Estaba claro que esto es lo que tenía que pasar, pero no lo has visto venir y te la ha metido doblada.
- Y tenemos un desenlace a la altura de la novela, apoteósico, y que, además, nos va a hacer pensar mucho. Porque si en Khimera ya vimos guerras en un futuro próximo (pero perfectamente creíbles tal y como está el orden geopolítico mundial en estos momentos), con este final nos hace plantearnos muchas cosas. Ya me contaréis qué pensáis vosotros.
- Me ha provocado una gran alegría saber que se ha guardado algunos ases en la manga para poder utilizarlos. Aunque no sea próximamente, sabemos que hay personajes que están ahí y que pueden volver a protagonizar una novela en cualquier momento.
- Y lo fundamental: ha sido la primera vez en tres años que el día que mi padre tiene consulta con la oncóloga no estoy fibrilando. Gracias, César, por haberme tenido tan enganchada. Leo para evadirme, siempre, pero en este caso has conseguido que lo hiciese por completo.
Resumiendo, que dice el Maestro: una novela magistral, con sus dos historias muy bien acopladas entre sí y, además, muy bien engarzadas ambas con las siete anteriores; con el dominio absoluto de conseguir mantener la intriga durante toda la lectura, que va en aumento conforme avanzamos, cortando en lo más interesante para que no podamos parar de leer y con algún giro espectacular que nos hace hiperventilar; y un desenlace que nos deja claro que este autor no tiene tope. ¡Hay que rejoderse! Como su último libro, un imperdible, un libro que no puedes perderte.
Por cierto, «chico de Valladolid»: mírate lo tuyo, porque creo que eres más sociópata que Augusto. No sé si se te ha ido pegando del personaje o el personaje tiene rasgos de tu personalidad. Pero lo que haces con tus lectores no es muy normal. Sé que sabes de qué hablo (y los que hayan leído este libro, también).
¿La has leído? ¿Te ha gustado? Cuéntanos tus impresiones.
Autor
César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en dirección comercial y marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual hasta que, en 2011, decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor.
César Pérez Gellida irrumpió con fuerza en el mundo editorial con Memento mori, que cosechó grandes éxitos tanto de ventas como de crítica y obtuvo el premio Racimo de literatura 2012.
Constituía la primera parte de la trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne», que continuó con Dies irae y se cerró con Consummatum est y por la cual le fue otorgada la Medalla de Honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses 2014 como reconocimiento a su ardua labor de documentación.
En noviembre de 2014 le otorgaron el Premio Piñón de Oro como vallisoletano ilustre, y en marzo de 2015 apareció su cuarta novela, Khimera. Actualmente sigue escribiendo y colabora como columnista en El Norte de Castilla.
La trilogía «Refranes, canciones y rastros de sangre» esta compuesta por Sarna con gusto, Cuchillo de palo y A grandes males.
Datos del libro
Título | Konets |
Autor | César Pérez Gellida |
Editorial | Suma |
Primera edición | 9 noviembre 2017 |
Esta reseña se publicó originalmente el 8 de noviembre de 2017 en el blog Con el alma prendida a los libros (ya cerrado). Como no quiero perder las entradas ni las sensaciones que me dejaron las novelas reseñadas allí, la recupero en esta web sin moverle ni una coma.
Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.