Reseña: Últimos días en Berlín (Paloma Sánchez-Garnica)

por Montse Martín
Publicada el 9 Nov, 2021

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Opinión personal

 

 

Había prometido que volvería y ya estoy aquí, aunque no sea semanalmente. Hoy no vengo hablar de Últimos días en Berlín de Paloma Sánchez-Garnica, novela que he leído en una lectura conjunta con el escritor Juan Infante; qué bien lo pasamos los dos con wasaps para arriba, wasaps para abajo; ya tenemos organizado todo noviembre con Follett, Connelly, Katzenbach y Coben.

 

 

Bueno, a lo que iba. Hoy vengo a hablar de mi faja. Y vosotros os preguntaréis, ¿qué dice esta loca? Pues muy fácil. Con La sospecha de Sofía de la misma autora conseguí que una frase de mi reseña saliera en la faja de la 2.ª edición de la novela, así que aquí estoy, para ver si logro aparecer en la próxima edición de Últimos días en Berlín o en la 12.ª. Puri, no te olvides de mí, ¿vale?

 

 

 

 

 

 

Bueno, tontás aparte y hecha la gracia, sí quiero hablar de algo muy serio. Los que me conocéis de Twitter sabéis que yo me mojo con todo, pero todavía no lo he hecho con el premio Planeta de este año. La Garnica era mi candidata a ganadora, así que cuando oí su nombre como finalista me puse a aplaudir como una loca. También dije, antes de que anunciaran el ganador, que nunca estaría a la altura de una novela de Paloma. Y sin haber leído La bestia, me mantengo.

 

 

A mí me han gustado dos libros de los tres de Carmen Mola protagonizados por Elena Blanco. He leído a los tres autores de manera independiente y me gustan los tres (sobre todo Agustín), así que, como comprenderéis, que la Mola sean tres señores o cuarenta y dos, a mí me la bufa. Tampoco tengo ningún problema con que hayan utilizado el nombre de una mujer; ole sus huevos con esa campaña de marketing.

 

 

Pero sí considero una injusticia del tamaño de la catedral de Bourges que la Mola sea ganadora y Paloma finalista. ¿Que por qué? Por la calidad. Que de acuerdo que la Mola vende más, pero como esta es mi casa, y aquí puedo decir lo que se me ponga a mí en la mismísima punta del cuerno del unicornio, ni juntos ni separados llegan a la altura del tacón de Paloma. 

 

 

Leeré La bestia cuando la suba Nextory (no la compro porque el período histórico en el que está ambientada no me interesa lo más mínimo) y a los dos días se me habrá olvidado (como me ha sucedido con los tres de la Mola y con la mayoría de novelas de negra y criminal). Yo valoro la calidad de una historia por lo que perdura en mí, y las de la Garnica son de las que se quedan pegadas a la piel y resulta difícil desprenderse de ellas.

 

 

 

¿Qué me ha gustado?

 

 

  • En este caso, el título es lo único que me ha permitido tener esperanzas de que, si no todo, algo saliera bien. Porque como ya dije de su novela anterior, Paloma no es de fiar, con esa cara tan bonita y tan dulce que tiene nos la puede liar en cualquier momento.

 

 

  • La estructura de la novela y lo bien que ha insertado los flashbacks de cada una de las historias de nuestros protagonistas. También cómo ha hecho las elipsis temporales y cómo nos ha puesto al corriente de lo omitido con unas pocas pinceladas.

 

 

  • Los principios de propaganda de Goebbels que encabezan los capítulos. Los conocía todos, pero nunca los había visto tan juntos y, desgraciadamente, me recuerda demasiado a lo que estamos viviendo: el de orquestación (machacarnos con unas pocas ideas), verosimilitud (los globos sonda), silenciación (acallar las ideas del adversario controlando los medios de comunicación), exageración y desfiguración (aprovechar nimiedades para convertirlas en tragedias que te beneficien)… ¿Os recuerda a algo? Porque a mí me recuerda a Trump y a los ideales de la extrema derecha española y europea. Imagino que conocéis esto: «Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.  Luego vinieron a por los judíos y no dije nada  porque yo no era judío.  Luego vinieron a por los  sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron a por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron a por mí  pero, para entonces, ya no quedaba nadie  a quien  decir nada». Ojalá nos demos cuenta a tiempo y paremos esta sinrazón que se nos avecina.

 

 

  • Ninguna obra de la Garnica es para disfrutarla (entendiendo este verbo como pasarlo bien). Paloma nos hace sufrir y nos hace pensar, en este caso que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Y Europa está tomando un rumbo que, desgraciadamente, recuerda muy mucho al inicio de esta novela.

 

 

  • No me gusta la historia rusa de la primera mitad del XX. No soporto la Revolución rusa ni el totalitarismo de Stalin ni todas las perrerías que realizó para mantenerse en el poder. Pues Paloma consigue que se me olvide dónde estoy y me meta en la historia sin acordarme de que el tema tratado no me interesa.

 

 

  • Una trama muy compleja, conformada por múltiples historias, que está perfectamente hilada. Como dice mi Ara Rufo, «sin que se escape ni un pelo de la trenza». Hay muchos personajes, cada uno con una historia detrás, y todas quedan maravillosamente ensambladas y encajan con precisión como si de un puzle se tratase.

 

 

  • Últimos días en Berlín es una novela histórica por la gran labor de documentación que ha llevado a cabo la autora. Al final nos cuenta que para conseguir armarlo todo se sumerge en novelas de la época ya que esa es la única manera de conocer bien las costumbres y cómo era la vida en esos periodos. Y lo consigue, vaya que si lo consigue, sin abrumarnos con datos y datos en ningún momento. Es más. Esta novela no va de personajes históricos, va de héroes anónimos, que son los que, al final, sacan adelante todo aunque no aparezcan en los libros de historia.

 

 

  • Últimos días en Berlín es una novela de ficción histórica, pero también una novela sobre el amor; además tiene muchos ingredientes de otros géneros, como intriga, costumbrismo y drama. Aunque a su alrededor el mundo se requesbraja en una marea de odio, nuestros protagonistas, auténticos héroes anónimos, aguantarán y lucharán por sobrevivir gracias al otro gran motor que mueve el mundo: el amor. Porque el amor es el eje que articula esta gran novela, un amor a tres como el de los grandes folletines decimonónicos.

 

 

  • La autora no hace concesiones ni distinciones (como debe ser) y equipara los dos totalitarismos (o regímenes de terror) que destrozaron Europa: el nazismo y el estalinismo, el mismo perro con distinto collar. Dos locos megalómanos que creían que estaban por encima del bien y del mal, uno por una masculinidad frágil (Hitler) y el otro por exceso de testosterona (Stalin). En la novela queda reflejado maravillosamente cómo al austriaco  lo seguían como a un dios (de hecho, cuando se suicidó sus «adeptos» no sabían qué hacer) y cómo el ruso había implantado un régimen de terror tal que a él lo obedecían por miedo.

 

 

  • En relación con el suicidio de Hitler, la autora plasma muy bien cómo esos fanáticos, seguidores de un líder, quedaron completamente desamparados cuando se mató. Era él el que conseguía convencerlos de todo; seguían el ideario nazi por Hitler, otro no lo hubiese logrado. De lo único que puedo considerarme fanática es de mi Atleti y de mi dios, el Cholo Simeone, pero no me veo yo dejando de ser india si algún día (no lo quiera el diablo) Simeone abandona el club. En Alemania todo se derrumbó cuando murió; el nazismo era Hitler y Hitler era el nazismo; no podían existir el uno sin el otro. ¿Cómo lo consiguió? Contándoles a los alemanes lo que necesitaban oír y, cuanto más grande la masa, más simple el discurso, para que cale en todos y cada uno.

 

 

  • Y hablando de terror: la impotencia que me ha provocado ver el pánico en el que vivían tanto alemanes como rusos «no afines». Cualquier excusa era buena para terminar en manos de la Gestapo o de la NKVD (el comisariado del pueblo, la policía para asuntos internos); cualquiera te podía denunciar por el motivo más peregrino y terminar en un campo de concentración o en un gulag. Que no es que te pusieran una sanción y te fueses a tu casa; no. Te jugabas la vida solo por respirar. ¡Qué espanto! ¡Cuánta rabia!

 

 

  • Aquí me voy a autoplagiar porque quiero, puedo y me da la gana, además de porque sigo pensando  lo mismo elevado a la enésima potencia.  La forma de escribir de la autora, porque qué bonito escribe la Garnica. Paloma tiene oficio y sabe hacerlo muy bien pero, además, tiene un don. El don de transmitir emociones, la facilidad para involucrarnos en la historia desde la primera página y arrastrarnos a un remolino de sentimientos de todo tipo del que nos resulta difícil salir. Con una prosa pulcra, sin adornos y sin artificios es capaz de provocarnos infinidad de sensaciones contrapuestas, y nos hace pasar del amor al odio en una décima de segundo, o del llanto a la felicidad en el mismo tiempo. Y eso, queridos, es muy difícil de conseguir y solo está al alcance de unos pocos.

 

 

  • Es un libro que pone nuestras emociones a flor de piel, tanto buenas como malas: impotencia por todas las injusticias que pasan ante nuestros ojos, angustia y dolor por su sufrimiento, rabia por los abusos de poder y la prepotencia de algunos personajes… Un cúmulo de sensaciones que, en algunos momentos, provocan verdaderos nudos en la garganta que después cuesta deshacer; escenas descarnadas y desgarradoras de las que es difícil recuperarse.

 

 

  • Los personajes están perfilados impecablemente, son muy humanos, poliédricos, llenos de matices, con unas personalidades muy bien definidas.
    • Yuri Santacruz es nuestro protagonista masculino. Hijo de español y rusa, dejó la Unión Soviética tras la Revolución rusa. Su vida antes de llegar a Alemania fue durísima, pero a partir de 1933 tampoco va a ser un camino de rosas.
    • Claudia, casada con un jerarca nazi. Es el personaje más complejo y tiene un arco dramático alucinante. Es con el que más he cambiado de  opinión a lo largo de la novela, porque tan pronto quería asesinarla como comérmela a besos.
    • Krista, una médico hija de la casera de Yuri. Un personaje que lucha por lo que considera justo sin importarle las consecuencias. Con ella es con la que más me he identificado, posiblemente porque me he visto reflejada en su forma de ser y comparto muchas de sus características.
    • Theresa Metzger, la casera de Yuri y madre de Krista, un personaje entrañable que me ha robado el corazón desde el principio.
    • Y un montón de secundarios, con voces perfectamente individualizadas, cada uno con un carácter bien definido y sin caer en maniqueísmos. Obviamente no he conseguido empatizar ni simpatizar con muchos, porque es imposible que pueda entender nunca el fanatismo político.

 

 

  • La ambientación es uno de los puntales de la novela: la vida en la Alemania de 1933, con la llegada de Hitler al poder y cómo, poco a poco, el nazismo va parasitando, cual cáncer, toda la sociedad alemana. A unos, como seguidores; a los otros, como «enemigos», pero que tenían que tragar con el poder establecido. En el caso de Rusia, lo mismo, tanto en la época de la Revolución (con esos comisarios del pueblo haciendo de su capa un sayo como señores feudales) y en la de la Segunda Guerra Mundial, igual. La opresión del que ostenta el poder, el terror, el odio al diferente y el miedo paralizador que era el día a día de la mayoría por no llamar la atención. 

 

 

  • El desenlace, como siempre que leo un libro de esta autora, me ha tenido con el corazón encogido hasta el final, porque, como ya he mencionado, me fío de ella lo justito o menos. Todas las historias quedan perfectamente cerradas en un final simplemente maravilloso. 

 

 

 

Resumiendo, que dice el Maestro: Últimos días en Berlín es un NOVELÓN (en mayúsculas, negrita, cursiva, subrayado y sombreado), con una prosa envolvente que nos transmite todo tipo de sentimientos y emociones, unos personajes poliédricos, una trama complejísima compuesta por unas historias muy duras que sacuden los cimientos de nuestra conciencia, un contexto histórico muy bien trazado y un final tan emotivo como sublime. 

 

 

Una historia de amor y dolor, de guerra y supervivencia, protagonizada por unos héroes anónimos que, aferrados a la esperanza de ese amor, consiguen soportar todo lo que el destino les va deparando. Una historia de horrores, pero también de lucha por lo que ellos consideran justo. 

 

 

Si tenéis prejuicios porque esta novela es la finalista del Planeta, dejadlos a un lado. Últimos días en Berlín es un NOVELÓN que no os debéis perder. Un imperdible, sin ninguna duda. 

 

 

 

Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.

 

 

 

 

 

Autor

 

Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) es licenciada en Derecho y Geografía e Historia. Autora de El gran arcano (2006) y La brisa de Oriente (2009), su novela El alma de las piedras (2010) tuvo un gran éxito entre los lectores. Las tres heridas (2012) y, sobre todo, La sonata del silencio, de la que se hizo una adaptación para una serie en TVE, supusieron su consagración entre la crítica y los lectores como una escritora de gran personalidad literaria.

Con Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido, de la que se publicaron cinco ediciones y que se ha traducido para todos los países de habla anglosajona, obtuvo el Premio de Novela Fernando Lara 2016.

 

Su última novela, La sospecha de Sofía (2019), que cuenta ya con diecinueve ediciones, ha confirmado una vez más la exitosa carrera literaria de Paloma Sánchez-Garnica.

 

 

Datos técnicos

 

 

 
Título Últimos días en Berlín
Autor Paloma Sánchez-Garnica
Editorial Planeta
Primera edición 4 noviembre 2021
Traducción
Serie

 

 

 

 

 

 

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