Opinión personal
Cuando vi en las novedades Desaparecida en Siboney de Rosario Raro me sedujo muchísimo la sinopsis, pero tenía claro que no iba a ir a buscarla salvo que me topase con ella. ¿Que por qué? Porque cuando leí La huella de una carta la historia me pareció una buena idea pero que estaba mal rematada, que la autora se había ido por los cerros de Úbeda con el desenlace y que había aprovechado la documentación de su primera novela y que en esta quedaba como un auténtico pegote.
Como en este caso no había posibilidad de que pudiese utilizar de nuevo esa información, cuando Nubico me la subió empecé a leerla con muchísima tranquilidad, pero rápidamente me empezó a hacer aguas por todas partes.
Que no digo que sea una mala novela, porque no lo es, y además está muy bien escrita y tiene una ambientación fabulosa, pero a mí me ha quedado una sensación muy agridulce, parecía que la trama se me deshacía entre los dedos y que todo quedaba como muy deslavazado; pero, fundamentalmente, es que la historia se prestaba a mucho dramatismo y a mí me ha faltado intensidad en los personajes, en las historias y en el desenlace.
Y hablando de dramatismo. Para los que no lo sepáis, soy de esas especies en extinción que cuando leen un libro lo hacen desde el principio hasta el final, incluidos los agradecimientos, las notas de autor si las hay, los glosarios… Pues bien, así me he enterado que una de las editoras de Rosario Raro lo es también de Paloma Sánchez- Garnica.
Y si Desaparecida en Siboney me había dejado esa sensación de quiero y no puedo, cuando he descubierto eso he brotado. ¿Cómo es posible que haya una diferencia tan abismal entre el dramatismo que le añade Paloma a las escenas de, por ejemplo, La sospecha de Sofía y todas las que hay en esta novela? Porque no será por escasez de escenas que se prestan a encogernos el corazón (que si me pongo a contar me salen por lo menos una decena, solamente con la trata de personas tenemos un montón), pero aquí la mayoría carecen completamente de esa emotividad porque se resuelven demasiado rápido y con muy pocas explicaciones.
¿Qué «me» ha fallado?
- Para empezar, la sinopsis cuenta más de lo que debería, porque muchas de las situaciones que aparecen se producen bien avanzada la novela. Estoy de que me destripen historias hasta la punta del cuerno del unicornio. ¿Tan difícil es hacer una sinopsis insinuando sin desvelar? Que los lectores nos merecemos un respeto, que para ponernos los dientes largos no hace falta que nos contéis con pelos y señales todo lo que va a ocurrir.
- Siguiendo el orden lógico, continuemos con el título: Desaparecida en Siboney. La historia gira en torno a la búsqueda de Dulce Sargal, que ha desaparecido en Cuba. Su hija Romi le escribe una carta a su tío Mauricio, que vive en Barcelona, para que vaya a la isla a buscarla. Pues bien. El tema de la desaparición se esclarece (de su resolución ya hablaré después) pero Dulce, que es la desaparecida que da título a la novela, casi brilla por su ausencia. He echado en falta escenas en las que supiésemos de su vida y de su matrimonio.
- En cuanto a la historia en sí, la autora cuenta al final que se inspiró en una fotografía y que a partir de ahí empezó a investigar. Para mí Rosario Raro ha querido hablar del tráfico esclavos, del comercio triangular y la desaparición de Dulce es la excusa para podernos hablar del trato hacia los esclavos, de los ingenios azucareros y de la sacarocracia (menudo palabro que he aprendido, ¿eh?). Cuando habla de las condiciones de los esclavos en sus traslados en barco o de cómo eran tratados en las plantaciones es únicamente cuando he visto el punto trágico (aunque alguna escena, como la de la amputación a la niña, se la podía haber ahorrado por innecesaria, que ya nos hacíamos una idea con el resto).
- Lo de oponer a un bueno buenísimo y a un malo malísimo, el protagonista y el antagonista, es un cliché de manual, pero hubiese quedado bien si cada uno hubiese actuado como se esperaba de ellos. Me ha faltado conflicto entre ambos, porque las escenas en las que aparecen juntos han sido demasiado descafeinadas.
- Que unos capítulos se desarrollen en Barcelona y otros en Cuba sigo sin entenderlo. Lo de la familia Esmerla me ha parecido un añadido que no aporta nada a la historia principal, por mucho que me haya reído con la incultura de Delia (aunque cuando llevaba leídas varias meteduras de pata similares me ha empezado a agotar). Entiendo que lo ha hecho para contraponer el filantropismo de don Augusto con la maldad de Bartolomé, una buena persona que piensa en el bienestar de sus trabajadores y un explotador, pero al final esos capítulos solo han servido para que conozcamos un poco del comercio triangular (que ya aparece bien explicado en otros capítulos) y el avance de la industria textil en Cataluña.
- Los personajes no están mal caracterizados, pero se convierten en irreconocibles cuando hay diálogos. Cuando hablan se comportan de una manera que no tiene nada que ver con ellos, es como si fuesen caricaturas y pensasen de una manera y nos mostrasen solo una pequeña parte de lo que son en realidad. Eso sí, todos son muy buenos o muy malos, no hay matices de grises (esto no es una crítica porque la novela se presta a ello). Hay un personaje que rompe esa norma y me ha parecido un auténtico desquiciamiento y muy poco creíble.
- Pero lo peor de todo ha sido la falta de dramatismo en algunas subtramas (hay algunas durísimas que me tenían que haber encogido el corazón y no se me ha movido ni una pestaña) y su precipitada resolución. El libro en papel tiene 512 páginas. Demasiadas para que la resolución de los conflictos se haga con un par de apuntes; debería haberlos desarrollado más.
- A esa falta de «tragedia» tengo que añadirle el cúmulo de casualidades que se van dando en la novela para que todo termine encajando. Demasiadas para mi gusto y para que yo me termine de creer lo que me están contando. Y soy muy crédula, os lo prometo. Que ahora estoy leyendo una novela donde hay apariciones de diosas indígenas, los personajes fuman «cosas» y tienen visiones, y me lo estoy creyendo todo, pero a pies juntillas, como si fuese la Biblia del cholismo.
- El desenlace me ha parecido tan precipitado y con tan poco detalle que me he quedado exactamente igual que estaba. Como lectora me merezco un final un poquito más elaborado.
Resumiendo, que dice el Maestro: Desaparecida en Siboney de Rosario Raro me ha parecido una novela con un buen argumento, muy bien documentada, con una ambientación excelente y muy bien escrita, pero que se me ha ido deslavazando por completo conforme avanzaba en la lectura. Todas las subtramas duras de la novela han carecido para mí del dramatismo suficiente, les ha faltado garra y emotividad, además de resolverse de una manera muy precipitada en la mayoría de los casos y sin apenas explicación. El desenlace, que podría haber remontado un poco la nota, también se me ha quedado pobre, porque me ha parecido demasiado abrupto para la cantidad de páginas que tiene la obra y sin ahondar lo suficiente en el detalle y en el qué pasó después. 2,5 ⭐️
La libertad no puede comprarse ni venderse y nadie puede concedérnosla porque ya es nuestra.
Autor
Rosario Raro (Segorbe, Castellón, 1971) es profesora de Escritura Creativa en la Universitat Jaume I, doctora en Filología Hispánica con una tesis sobre las estrategias de escritura en internet y posgraduada en Comunicación Empresarial y Pedagogía.
Desde hace más de veinte años imparte cursos y talleres literarios para numerosas instituciones.
Su obra ha sido traducida al catalán, al japonés y al francés y reconocida con numerosos premios literarios, tanto nacionales como internacionales.
Vivió durante una década en Lima, Perú.
Es autora de Volver a Canfranc (2015) y La huella de una carta (2017).
Datos del libro
Título | Desaparecida en Siboney |
Autor | Rosario Raro |
Editorial | Planeta |
Primera edición | 30 abril 2019 |
Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.