Opinión personal
Gloria A. Tagger, una virtuosa violoncelista, contrata a Eduardo Quintana, un pintor hundido en una profunda depresión por la pérdida en un accidente de tráfico de su mujer y su hija varios años atrás, para que pinte un retrato.
Pero no de su hijo Ian, que falleció atropellado; quiere que retrate a la persona que lo mató: Arthur.
Lo que ninguno de los dos sospecha es que cada pincelada de Eduardo irá abriendo una puerta diferente y que esas puertas hubiese sido mejor que permaneciesen cerradas y no haberlas abierto jamás.
Conocí a Víctor del Árbol hace poco menos de dos años cuando leí La tristeza del samurái, que inmediatamente se convirtió en uno de mis libros favoritos (recuerdo que pasé meses y meses recomendándoselo a todo el mundo).
Estaba deseando que saliese una nueva novela suya, porque, aunque sabía que no iba a ser del mismo estilo, estaba convencida de que me iba a encantar.
El lunes, cuando llevaba aproximadamente 1/4 del libro leído, puse un tuit diciendo que Respirar por la herida era muy bueno, pero que el anterior era mejor. Y como rectificar es de sabios, aquí va la mía: ambas novelas son igual de buenas, impresionantes, pero cada una a su manera.
Os adelanto que cuando cerré el libro me quedé muda, en estado de shock, y Elías se asustó y pensó que me pasaba algo; me había dejado completamente impactada, porque son historias muy duras, incluso algunas brutales, descarnadas…
La portada, que no me atrae (generalmente las de esta editorial me vuelven loca, sobre todo la de La tristeza del samurái que yo tengo), es un fragmento de un cuadro del Thyssen de Lucian Freud que se titula Reflejo con dos niños (Autorretrato), con el que se nos va adelantando algo de lo que nos encontraremos dentro: tenemos que mirar la obra de abajo hacia arriba para poder llegar a los ojos del retratado y el gris predominante simboliza para mí que nada es blanco o negro, que todo tiene muchísimos matices.
El título me resulta desgarrador y una vez que conoces el conjunto completo queda clarísimo: hay veces en las que duele tanto vivir, que solamente podemos respirar por nuestras cicatrices, que son las que nos recuerdan que debemos seguir adelante. Cuando perdemos a un ser querido de una manera violenta, esa persona no es la única que muere: su fallecimiento convierte a todos los que «se quedan» en muertos en vida. Y cada uno canaliza ese dolor como buenamente puede: ¿quién me dice a mí que yo no haría lo mismo si me encontrase en esa situación?
Son muchos los temas tratados en el libro, pero yo resaltaría, sobre todos ellos, la maldad, aún más que la venganza, que es la que mueve a todos. No quiero decir con esto que todas los personajes que aparecen lo sean; me refiero a la maldad en el más amplio sentido del término, el mal en estado puro; esa herida del título, en algunas ocasiones, supura «veneno».
Ambientada en Madrid y sus alrededores, durante un período de cinco meses (aunque el que abarca la novela nos retrotraiga hasta la Segunda Guerra Mundial), está estructurada en un prefacio, veintiséis capítulos y un epílogo.
Escrita en tercera persona, por un narrador omnisciente multiselectivo (gracias al cual sabemos en cada momento lo que piensa y siente cada actor), siguiendo un orden cronológico discontinuo, con una temporalización anacrónica retrospectiva (el autor va intercalando las vidas presentes y las pasadas para que las entendamos en su conjunto), el estilo está muy cuidado, aunque sin florituras de ningún tipo y con una gran abundancia de metáforas (que, por cierto, a mí me suelen disgustar bastante, pero no me han resultado nada pesadas).
La trama, complejísima, formada por varias subtramas (el autor es un gran contador de historias), está perfectamente imbricada, como las vidas de todas las personas que aparecen en la obra, que parecen estar unidas por lazos invisibles, como si todo fuese fruto de una sucesión de casualidades.
El ritmo es medio, sin altibajos, para que podamos deleitarnos en la prosa del autor, y a pesar del predominio de la narración sobre los diálogos, con la utilización de algunos giros argumentales y del corte de las escenas en lo más interesante para intercalar otra historia, nos mantiene aferrados a sus páginas y a una intriga de la que tenemos necesidad de saber el porqué, no el quién, que es casi anecdótico.
Los personajes de esta novela coral, en la que no hay ningún protagonista destacado, todos lo son, magistralmente perfilados, como acostumbra Víctor, porque a él no le gustan los de «cartón-piedra». Y aunque no he conseguido empatizar con ninguno, al final he logrado entenderlos a todos y los motivos que los han llevado a actuar de esa manera o de aquella otra.
Todos son poliédricos, con múltiples aristas, con su dolor, con su odio, con su sed de venganza; todos tienen heridas sin cicatrizar: algunos físicas, otros internas, que no se ven y que son las que más duelen.
No puedo hablar de ninguno en concreto, porque sus vidas y sus historias son parte fundamental del argumento y como son y por qué actúan como lo hacen son los andamios que sustentan los mimbres de la novela.
Los escenarios y ambientes bien logrados. Aunque se desarrolla en Madrid, no describe sitios concretos, sino lugares que pueden encontrarse en cualquier ciudad de cualquier país del mundo. Algunas escenas (como la torturas de la DINA, por ejemplo, o la relacionada con los nazis) son de una crueldad y una brutalidad que pone los pelos de punta, pero son totalmente necesarias para que podamos comprender.
El desenlace es, simplemente, magistral. Cuando estaba terminando pensé, como siempre cuando un libro me tiene tan absorbida: ¿y ahora cómo va a ser capaz de ponerle un broche creíble a la historia y que sea lo suficientemente impresionante para estar a la altura? Pues no solamente lo ha hecho: ha superado todas mis expectativas, igual que lo hará con las tuyas si aceptas mi recomendación.
¡¡¡NO TE LO PIERDAS, PORQUE ES I-M-P-R-E-S-I-O-N-A-N-T-E!!!
En ocasiones el dolor sólo puede llevarse por dentro.
Autor
Víctor del Árbol, nacido en Barcelona en 1968, es autor de las novelas El peso de los muertos, con la que ganó el premio Tiflos de Novela en 2006; El abismo de los sueños (no publicada), finalista en 2008 del premio Fernando Lara; y La tristeza del samurái (.011), que ha sido un éxito nacional e internacional.
Traducida a una decena de idiomas y best seller en Francia, cuenta con el reconocimiento de la crítica y de numerosos premios. Entre ellos, Le Prix du Polar Européen 2012 a la mejor novela negra europea que otorga la prestigiosa publicación francesa Le Point, galardón que obtuvieron, en anteriores ediciones, Philip Kerr y Arnaldur Indridason, entre otros.
Datos del libro
Título | Respirar por la herida |
Autor | Víctor del Árbol |
Editorial | Alrevès |
Primera edición | Febrero 2013 |
Esta reseña se publicó originalmente el 21 febrero de 2013 en el blog Con el alma prendida a los libros (ya cerrado). Como no quiero perder las entradas ni las sensaciones que me dejaron las novelas reseñadas allí, la recupero en esta web sin moverle ni una coma.
Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.
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