Impresiones de lectura
«Hay libros que deben ser encontrados».
A los libros se llega de muchas maneras: por casualidad, por recomendación, por otro libro… Estoy convencida de que, al igual que hay personas destinadas a encontrarse, hay libros destinados a ser encontrados. Este es el caso de Los habitados de Piedad Bonnett que hoy traigo hasta aquí y cuya lectura recomiendo.
Hace apenas un mes recibí la antología Arbol de Alejandra que la editorial Karima en su colección Tabacaria ha dedicado a Alejandra Pizarnik. El prólogo de este libro es obra de Piedad Bonnett, autora colombiana que escribe poesía, novela, teatro y crítica literaria.
Hace tan solo unas semanas, descubro por Juan Pablo Roa que Piedad Bonnett ha presentado el libro Los habitados en su librería de Barcelona (Animal sospechoso). Inmediatamente, me informo sobre el libro y aprendo que en él «se quiere dar voz a aquellos que han visto crecer dentro de sí la planta venenosa del desasosiego, del miedo, de la disociación» y siento que algo familiar, algo que llevo mucho tiempo intentando «cauterizar» desde «un tiovivo de pintados caballos», me está esperando en este libro.
Lo encargo en mi librería de siempre y a los pocos días está en mis manos. Por fin puedo entrar en él y descubrir qué me aguarda en sus páginas. Nada más salir de la librería lo abro y empiezo a leer sus palabras como quien se adentra en territorio sagrado. De pronto, me detengo en medio de la acera y me sucede algo así como lo que dice experimentar Emily Dickinson cuando lee poesía: «Si leo un libro y hace que mi cuerpo entero se sienta tan frío que no hay fuego que lo pueda calentar, sé que eso es poesía. Si físicamente siento como si me levantasen la tapa de los sesos, sé que eso es poesía».
Tomo aliento y me digo a mí misma: «Lo sabía, sabía que encontraría algo en los poemas de esta mujer, que encontraría ese dolor necesario para que «nadie muera doblemente». Casi sin entrar en el libro siento ese escalofrío que solo me procura la poesía. La poesía directamente entroncada en la vida, la poesía inmersa en la sombra, en el dolor, en la pérdida, la que es trasunto de la muerte.
PIDO AL DOLOR QUE PERSEVERE
Pido al dolor que persevere.
Que no se rinda al tiempo, que se incruste
como una larva eterna en mi costado
para que de su mano cada día
con sus ojos intactos resucites
dentro de mí.
Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,
el aire de mi llama, de la lumbre
donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte.
En solo 34 poemas, Piedad Bonnett nos pone en contacto con una realidad personal (la experiencia de convivir con alguien, en su caso un hijo, Daniel, tocado por una enfermedad mental que le lleva al suicidio a la edad de 28 años), una realidad de la que ya dio testimonio en Lo que no tiene nombre, una realidad en la que viven demasiadas personas en esa «casa de los locos… donde, a veces, alguien llora en mitad de la noche y Dios no se ve por ningún lado» (Elizabeth Bishop).
Aunque este libro, Lo que no tiene nombre, fue escrito antes del libro que hoy traigo hasta aquí, yo lo leí después y lo leí con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos. Es un libro necesario para quienes saben del dolor (y para quienes no), para quienes están en contacto con la enfermedad mental (o no), para quienes han vivido la pérdida de seres queridos (todos). Un libro para que el luto pueda tener lugar, para ser conscientes de que la herida acompañará siempre y también el dolor, ese dolor por el que el ausente «no muere doblemente» tal y como Piedad Bonnett expresa en Los habitados, ese libro que, una vez encontrado, me pone ante el temblor de las «gentes que tienen miedo» (Joan Vinyoli).
Probablemente Los habitados ha sido escrito para encerrar el dolor en las páginas de un libro como si el libro fuera una jaula o un baúl, o también, por qué no, una caracola para sentir el eco, la presencia, la lejana sombra del que fue, se fue. Algo similar a lo que dice Joan Margarit cuando se refiere a su hija Joana a la que perdió demasiado pronto: «Necesito cerrar (escribir) este tiempo para volver a encontrar, si es posible, la Joana de antes».
La autora invirtió cinco años en escribir Los habitados hasta que encontró la voz exacta «para no caer en el patetismo o la voz impostada». Y lo hizo tras recibir numerosas cartas que hablaban de dolor, de la enfermedad mental, del suicidio. Y escribió un libro que va más allá de lo autobiográfico: además de su dolor, Piedad Bonnett da voz a quienes en algún momento han sentido angustia, miedo, desasosiego y desamparo. Y quiso hacerlo de la forma más literaria posible.
Dos partes han sido suficientes para pasar de lo personal a lo colectivo sin caer en la desesperanza, porque, a pesar de todo, hay siempre esperanza, vida, independientemente de la pérdida. El dolor es el precio que hay que pagar para no olvidar. Los habitados es un libro que habla de la muerte sin dejar de ser un canto a la vida. Un canto que fue reconocido por un Jurado al concederle el XIX Premio de Poesía Generación del 27. Dato este irrelevante, sin duda, dado mi desapego a este tipo de galardones que, con frecuencia y citando a Joan Margarit, no siempre representan lo más poético de un autor: «se da la circunstancia –dice Margarit- de que el conjunto de libros de los cuales he prescindido prácticamente de todos los poemas, son los que un día obtuvieron algún premio». No obstante, considero que Los habitados es digno merecedor de esa distinción.
Permitidme que no diga nada más. Que mi última palabra sea «gracias» y que sea un poema del libro el que ponga punto final. Gracias, Piedad Bonnett, por haber escrito este y otros libros desde la necesidad, esa que es capaz de llegar al lector y emocionarle. Gracias por mostrar que el amor es mucho más fuerte que la muerte y que a veces morir es un acto de amor.
HUÉSPEDES
Para Teresa y Bárbara
Esta noche tendremos huéspedes en casa y se quedarán a dormir en tu habitación. He quitado, pues, el polvo de todos los rincones, he cambiado las sábanas y he sacudido la almohada, y he puesto entre un cajón tu viejo suéter, pero antes he metido mi cara entre la lana, me he ahogado en su dulce mar de púas. No les diré que aquí se desvelaba el cuervo de tus sienes, ni que un niño sombrío se despedía de ti detrás de la ventana. No les diré que aquí nunca es de día.
Autor
Piedad Bonnett nació en 1951 en Colombia. Es licenciada en Filosofía y Literatura por la Universidad de los Andes y profesora en esta universidad desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia.
Ha publicado ocho libros de poemas. Con el primero de ellos, De círculo y ceniza, recibió la mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz, y con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1994. También Los habitados, libro comentado aquí…
Tiene, entre otras antologías, Lo demás es silencio, Antología y Los privilegios del olvido. Las herencias fue publicado en diciembre de 2008. Con el libro de poemas Explicaciones no pedidas, publicado en 2011, ganó el premio Casa de América de Madrid de Poesía Americana, además del Premio Honorífico de Poesía José Lezama Lima otorgado en el año 2014 por Casa de las Américas de Cuba. En octubre de 2012 recibió el Premio de Poesía Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval en Aguascalientes, México, por el aporte de su obra a la lengua española.
Piedad Bonnett es autora, además, de cuatro obras de teatro montadas por el Teatro Libre bajo la dirección de Ricardo Camacho, y de cuatro novelas publicadas en Alfaguara: Después de todo (2001), Para otros es el cielo (2004), Siempre fue invierno (2007) y El prestigio de la belleza (2010). Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al inglés, al francés, al sueco, al griego y al portugués.
Datos del libro
Título | Los habitados |
Autor | Pilar Bonnett |
Editorial | Visor de Poesía |
Primera edición | 10 marzo 2017 |
Poeta que busca expresar con palabras aquello que sucede entre un ahora y un tal vez nunca.
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