Impresiones
Un libro puede ser motivo
para hablar de otros libros
Hoy traigo hasta aquí la poesía de María Jesús Silva, una poeta que consigue en cada libro una calidad digna de elogio.
Llegué a María Jesús Silva gracias a su poemario Al otro lado de los cocodrilos. No hace de esto ni siquiera tres años, pero tengo la impresión de conocerla desde siempre. Aún recuerdo aquel primer correo de una persona desconocida hablándome de su libro recién publicado; recuerdo haberle pedido que me enviara el libro por e-mail; recuerdo los escalofríos al leerlo, el vello erizado por la emoción y la necesidad de saber quién era la poeta que había sido capaz de escribir con tal hondura. Poco después, el 13 de enero de 2017, lo recuerdo con sumo cariño, María Jesús Silva llegó a la recién estrenada estación de autobuses de Vitoria-Gasteiz. Desde el primer instante, antes incluso de que bajara del autobús, ya supe que aquella mujer menuda, de pelo entrecano y apariencia frágil era la gran poeta que yo había visto en las palabras de su libro.
Para entonces, ya sabía que había escrito dos libros más: El desorden de diciembre (2013) y Arquitectura de la piel (2014). En ese momento tuve la certeza, y no me equivoqué, de que entre nosotras se crearía un vínculo irrompible. Dos meses más tarde, en marzo, nos dirigimos juntas a Valencia, a la librería Primado. Desde aquel primer día nos hemos encontrado varias veces y María Jesús Silva ha seguido publicando libros: Números inexactos y Paseo de invierno en Finlandia, además del libro del que hoy quiero hablarte y que será el motivo para hablar de otros libros de la autora.
Si en El desorden de noviembre, su primer libro publicado, María Jesús Silva nos ponía ante el desamparo, ese que se adhiere a todos los objetos que nos rodean haciendo más patente la soledad, el abandono, la pérdida del sustento que procura el amor…, y lo hacía desde los objetos, los utensilios, los muebles y un epílogo (el pasillo y la puerta) para mostrar ese otro lado del espacio cotidiano: la casa como enemigo que golpea en un noviembre aciago, en Arquitectura de la piel aborda de nuevo el amor y nos pone en contacto con otras emociones (¿las mismas?). Y lo hace desde la relación de dos amantes a través de Huellas («Tenía esa extraña forma de quererme»), Escamas («Todo transcurría en esa habitación de los deseos») y Jirones («Todo ocurre en un tiempo de espera, mientras vivo aquí, en algún lugar que no me pertenece, que se disfraza con la distancia entre el pasado y el futuro»), las tres partes del libro, tres fases de esa relación y la Coda que nos sumerge en una »selva de melancolías».
Pasamos de un libro a otro, pasamos de la soledad del abandono a la experiencia de un amor pasional vivido a través de la piel sin que, por ello, se desvanezca el temor, la duda: ¿Y si la piel, después de todo, me engañaba? (Vanesa Pérez-Sauquillo). Dos maneras de hablar del amor, también de los miedos. Esos que adoptarán forma de libro en Al otro lado de los cocodrilos donde los miedos de la autora y los de los lectores encuentran un terreno abonado. Un libro prosaico porque adopta la prosa para decir esos miedos en tres partes: «Mis cocodrilos», «Mis otros cocodrilos» y un «Himno» que permitirá ver al sujeto poético (que también es el lector) en la otra orilla, a salvo. Un recorrido necesario, con sus caídas y recuperaciones, lleno de obstáculos, de pérdidas, de respuestas imposibles, de esa muerte que sobrevuela nuestra existencia… Será precisamente de la mano de la niña de la página 48, esa que se ha reconciliado con su padre (Me he reconciliado con mi padre. Entonces juré no perdonarle. Entonces no sabía que su regresión había comenzado y su cerebro adoptaba el contorno de un reloj blando de Dalí…), como llegaré, dos años después, a las páginas del libro que hoy me ha traído hasta aquí, hasta ti, querido lector-lectora, no sin antes hacer escala en Números inexactos donde regresa al verso para hablarnos, una vez más, de soledad, de lo que fue y de lo que pudo ser, del tiempo, de las múltiples preguntas sin respuesta, porque hay series de números que no encajan en la vida, series difusas a contrapelo que a menudo nada tienen que ver con los días en que nacemos y morimos (frágil opérculo). Un libro que nos pone en contacto con todo lo que acontece entre el nacimiento y la muerte.
El 2018 se publica Hay caballos atravesados en mi garganta, y lo hace un 24 de febrero, el mismo día que, en 1937, nació la poeta Rosalía de Castro. Y llega como ganador del premio de la Facultad de poesía José Ángel Valente en su segunda edición. ¡No se puede nacer bajo mejor estrella!
A mi padre / que un día perdió el rumbo de la manada / y jamás regresó
Este epígrafe-dedicatoria con el que se abre Hay caballos atravesados en mi garganta nos introduce en un mundo, el que María Jesús Silva crea en estas páginas, y en un tiempo: Eran los días en que los caballos aprendieron a llorar… (Gamoneda). Poco más, solo la ilustración interior de Clara Quintana Silva y algunos versos pertenecientes a Clarice Lispector, Menchu Gutiérrez, Alejandra Pizarnik, Raúl Zurita, Ada Salas (autora también del prólogo), Roberto Juarroz, Matsuo Basho, Chantal Maillard y Tomas Traströmer que, en momentos puntuales, dan paso, subrayándolas, a las propias palabras de la autora. En el prólogo, Ada Salas dice con palabras justas lo que María Jesús Silva ha sido capaz de hacer en este libro: «Hay algo casi imposible que muy pocos (son muchos los llamados, pero pocos los elegidos) son capaces de hacer (no basta con el deseo, ni con la voluntad; algo más fuerte que ambos actúa por encima de ambos; algo que el que escribe no conoce, y por lo tanto no domina, tiene que hacerse presente): crear un mundo». Y dice más: «Que un mundo nazca por las palabras es, genuinamente, creación».
No puedo estar más de acuerdo con estas palabras de Ada Salas, tuve la misma sensación cuando leí Al otro lado de los cocodrilos, no en vano ambos libros coinciden en la elección de la «prosa», de la poesía horizontal, para decir poéticamente los miedos, el dolor, la vejez y la muerte…, pues todo en esta autora tiene que ver con la experiencia vivida, y hay libros, lo dice Ada Salas en La sed:
Hay libros que se escriben sobre la carne misma.
Son esas cicatrices que nos hablan
y sangran
cuando el tiempo se rinde a su derrota
un puñado de signos que apenas
comprendemos
y eran el beso intacto de la vida
qué puedo hacer si estoy llena de caballos
María Jesús Silva expulsa las mayúsculas de este poemario en el que todo es «capital». Se detiene, con el caballo como motivo, en todas y cada una de las situaciones (emociones) que la vida procura: los encuentros y desencuentros, las pérdidas, las renuncias, el paso del tiempo, los lugares… Ese caminar que, a veces, se vuelve circular y que requiere el retroceso (retroceder) para poder continuar:
algunos caballos están ciegos y tropiezan una y otra vez al
amanecer, pero con sus patas heridas se levantan y trotan otra vez y
otra vez, vuelven siempre
Asistimos a la rotura, al desfallecimiento, a todos los rincones de la herida, pero también a ese recomponerse para avanzar hacia «algún lugar»:
qué extraño que te hayas muerto ayer y que esta mañana cuando
desayunabas ni siquiera lo mencionaras, parece que no cuesta
esfuerzo seguir y moverse entre el lúpulo. Solo me has dicho que
hay que estar muy roto para volver a componerse, ahora lo
entiendo, ahora que has marchado entre el humo y la nube de
septiembre
Y entre todos los caballos, el principal, ese que permite entrar en el territorio de la enfermedad, el alzheimer, la vejez y la espera: el padre, el mismo con el que Al otro lado de los cocodrilos pudo reconciliarse la niña:
(mi padre)
es un caballo viejo que ha llegado perdido a una manada
que nunca habitó, se desorienta y sale fuera del corral que
marca el límite, quiere volver a casa. mira a lo lejos sin
reconocer lo que ve, pasea en los círculos del recuerdo y
cae cada día en un hoyo misterioso, los otros caballos le
insultan le gritan le muerden el lomo arrugado le escupen
en los ojos llenos de luces asfixiadas, empequeñecido se
aleja hasta el establo. Sus patas vacilantes avanzan despacio
[el no ser]
*
Por su trabajo, María Jesús Silva está en contacto con situaciones extremas, límites para el ser humano. Este hecho se refleja en su escritura. Además, nuestra autora tiene una particular querencia por los animales: cocodrilos, caballos, animales muy potentes cada uno de ellos como metáfora de los miedos, de la resistencia, de esa capacidad del ser humano para caer y levantarse hasta el último aliento. Aquí ha realizado un trabajo intenso de documentación sobre los caballos para, desde y con el caballo, hacernos viajar y descubrir un mundo en el que el yo poético, cargado de máscaras, es tocado por el dolor, la soledad, la pérdida. Un mundo donde hay que ir superando umbrales que conducen, todos, a un único lugar: la muerte, última escala, último destino.
Pese a todo, estamos a salvo, palabras con las que termina este poemario que tiene la capacidad de llevarnos a los más oscuros abismos sin caer en la tentación de quedarnos en ellos: somos salvajes / aferrados a los días más transparentes.
*
A punto de despedirme de vosotros recibo en el buzón de casa el libro Paseo de invierno en Finlandia, en el que además de los poemas de María Jesús Silva, aparece la obra plástica de Antonio Alcázar. Echo un vistazo rápido y leo, en EL PRINCIPIO, las primeras palabras:
la luz del centro de la tierra
flujo que asciende
todo lo que nace
y acaba:
fuego
Y ya, desde ahí, me sumo a lo que el poeta Juan Carlos Mestre dice en el prólogo: «No hay paisaje en este libro, no hay invierno en este invierno, hay poesía…».
Tal vez otro día no muy lejano vuelva por aquí con las impresiones que la lectura de este libro me regale. Hasta entonces, «este tiempo vacío, blanco, extenso» (José Ángel Valente).
Autor
Trabaja desde hace veintiocho años en sanidad, en una unidad de Hemodiálisis, dentro del Hospital Rey Juan Carlos. Desde que era muy niña le gusta la lectura, también ha escrito desde que puede recordar y desde hace unos años comenzó a publicar. Adora viajar tanto física como mentalmente y siempre que puede se escapa a volar.
Ha publicado los libros: El desorden de noviembre (2013), Editorial La Baragaña, Arquitectura de la piel (2014), Editorial Celesta, Al otro lado de los cocodrilos (2016), Editorial Baile del sol, Números inexactos (2017), Editorial Gato Encerrado, Hay caballos atravesados en mi garganta por la Editorial Universidad de Almería. Ganador del premio de La Cátedra José Ángel Valente (2017).
Y acaba de publicar Paseo de invierno en Finlandia, junto con el artista plástico Antonio Alcázar en la editorial El Sastre de Apollinaire.
Ha sido incluída en las antologías PUTA POESÍA, Luces de Gálibo (2011), Al Otro Lado del Espejo “Narrando Contracorriente” Ediciones Escalera (2011), VIVENCIAS, Ediciones Orola (2011), Jeanne Traumnovelle (2011) –microrrelatos eróticos-, Hambrientos 2, Colectivo Sol de Invierno (2011), Miles de Tierras (2015), homenaje a los Brigadistas Internacionales.
Fue invitada en el Festival VOIX VIVES Toledo, en su VI Edición de 2018.
Ha impartido talleres de poesía en Segovia (2016, 2018), en Valladolid (2017), en la cárcel de Valdemoro en Madrid (2017), en la librería Bravo de Fuenlabrada (2017), en la cárcel de Navalcarnero (2018), en la Casa de Cultura de Vitoria-Gasteiz (2019).
Datos del libro
Título | Hay caballos atravesados en mi garganta |
Autor | María Jesús Silva |
Editorial | Universidad de Almería |
Primera edición | 9 marzo 2018 |
Poeta que busca expresar con palabras aquello que sucede entre un ahora y un tal vez nunca.
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