Opinión personal
Después de haber terminado Silencios que matan de Jordan Harper, me maldigo una y mil veces por haberla tenido esperando casi seis meses, y eso que La educación de Polly McClusky me rechifló, lo que tiene aun más delito. Algunas veces soy tontísima, de verdad os lo digo, perdiendo el tiempo con novelas cuyas historias perduran lo que tardamos en cerrar el libro y dejando en la interminable cola de pendientes libros cuyas tramas nos van a volar la cabeza.
En fin. No me voy a lamentar porque ni aprendo ni lo haré. No tengo remedio. Por ese motivo llevo un mes de julio en lo que respecta a la negra y criminal para olvidar. Entre la ida de pinza de Atrapada en la oscuridad, la simpleza de En la casa de muñecas, lo tramposo de Strange Pictures o lo peregrino de El último invitado a la boda está siendo desastroso. Menos mal que Harper ha venido para solucionarlo.
No veo esta novela para el esquema clásico de Escaparate Literario, más bien para mi estilo de reseñar antaño en el blog Con el alma prendida a los libros. Así que vamos al lío, que es a lo que habéis venido.
En Silencios que matan conocemos a Mae Pruett, que trabaja como fixer (solucionadora de problemas o gestora de crisis) en Los Ángeles: se encarga de borrar escándalos antes de que se vuelvan noticia. Su mundo es el de las relaciones públicas encubiertas, donde la verdad se negocia y la corrupción es rutina.
Pero cuando su jefe aparece muerto en circunstancias sospechosas, Mae se ve forzada a mirar de frente a la Bestia: una red de poder integrada por abogados, policías, matones y medios comprados que operan bajo una consigna tácita: que todo siga igual.
En paralelo, Chris Tamburro, expolicía y actual guardaespaldas, arrastra su propio cansancio moral mientras acepta trabajos que lo hunden un poco más. Su reencuentro con Mae —marcado por una historia compartida— los conduce a una investigación que no busca justicia, sino comprensión: ¿quién decide qué verdades merecen ser contadas?
Con una prosa afilada, directa y sin concesiones, Silencios que matan desmonta el mito de la ciudad del cine para retratar el sistema de silencios que sostiene el poder. Harper no escribe un thriller de misterio: compone una radiografía del cinismo institucional. Porque todos lo saben. Pero nadie dice nada.
Silencios que matan es una novela que no necesita alzar la voz para incomodar. Susurra, pero cada palabra resuena con la fuerza de lo que ha permanecido silenciado demasiado tiempo. Con una escritura contenida y precisa, el autor construye una historia que no es solo un noir contemporáneo, sino una disección incisiva de un sistema podrido hasta la médula.
Los Ángeles no es aquí un simple telón de fondo: es un personaje más, un organismo vivo compuesto por capas de engaño y complicidad. No se presenta como la ciudad del mito ni de la postal, sino como un entramado de contratos confidenciales, acuerdos sellados en la sombra y comunicados de prensa redactados antes del escándalo. Bajo el brillo de los neones fermenta un malestar espeso, institucionalizado, casi elegante en su sofisticación. En este entorno, los crímenes no se investigan: se negocian.
En este escenario se mueve Mae Pruett, protagonista compleja cuyo trabajo como fixer en una firma de relaciones públicas consiste en maquillar escándalos, sobornar medios y reescribir narrativas para proteger a la élite de la ciudad.
Mae no es una heroína tradicional: tampoco cínica ni inocente. Su fuerza reside en la lucidez con la que asume que todo está corrompido… y, aun así, decide actuar. Su evolución —sutil, progresiva, sin grandes gestos— es uno de los mayores logros de la novela: la vemos pensar antes que sentir, y eso, en un género repleto de estereotipos femeninos, resulta casi revolucionario.
El detonante es la muerte sospechosa de su jefe, Dan. Este hecho la obliga a enfrentarse a una red que conoce demasiado bien: la Bestia. Así llaman —con razón— al engranaje formado por abogados, corporaciones, policías corruptos, publicistas y matones a sueldo que garantizan que la verdad nunca salga a la luz. Este sistema oscuro no solo oculta delitos: los gestiona, los rentabiliza y los blanquea.
A su lado se encuentra Chris Tamburro, expolicía y ahora guardaespaldas en una firma de seguridad privada. Su reencuentro con Mae no se plantea como romance ni como subtrama funcional, sino como una alianza emocional nacida de la fractura, no de la redención. Lo que los une no es el deseo, sino el hartazgo. Chris no es un héroe: es una pieza más del tablero, un hombre dañado cuya potencia física no disimula su desgaste moral ni su búsqueda silenciosa de sentido. Aunque su arco es más predecible que el de Mae, aporta el músculo narrativo que sostiene el tono sombrío del relato.
El ritmo es sostenido, con cuerpos que aparecen, lealtades que cambian y secretos que estallan. La escritura genera tensión constante sin abusar de trucos fáciles. La acción funciona como reflejo del entorno: todo responde al sistema corrupto que lo sostiene.
La prosa es ágil, eficaz, visual: parece pensada para cámara, pero sin perder densidad moral ni fondo temático. Uno de los grandes méritos de Harper es su estilo narrativo. Con frases breves, secas y a menudo fragmentarias, su escritura recuerda a un guion cinematográfico: tiene ritmo, pero no confusión. La narración alterna entre Mae y Chris; y aunque la voz de ella es más rica y matizada, ambas perspectivas se complementan en la construcción del mundo narrativo.
Harper escribe con una claridad que intensifica, no empobrece. Cada frase parece trabajada para decir solo lo imprescindible. No hay lirismo forzado, pero sí imágenes que perduran. Las descripciones son contenidas, llenas de sentido. He leído que Michael Connelly ha dicho que «Si fuera posible que James Ellroy y James M. Cain tuvieran un hijo ilegítimo, sería Silencios que matan». No estoy de acuerdo que el señor Connelly, por mucho que sea el dios al que le rezo en esto de la criminal. De ilegítimo nada. Sería el unigénito y el heredero universal de la maestría de ambos.
No es una historia de giros sorprendentes ni de misterios por resolver. Aquí no importa tanto quién cometió el crimen, sino cómo se entierra la verdad y quién se beneficia de ello. La frase que se convierte en mantra lo resume todo: «Everybody knows. Nobody says anything».
La violencia que atraviesa el libro no es solo física. Es estructural, simbólica, institucional. La corrupción no es una excepción: es norma. Periodistas, abogados, jefes de seguridad, publicistas… todos participan en una cadena donde la verdad no se oculta: se gestiona. El poder se alimenta del silencio y lo convierte en mecanismo.
La ambientación acentúa esa sensación de podredumbre elegante. Los Ángeles es un paisaje dual: las mansiones de las colinas conviven con moteles de mala muerte y campamentos que arden por la noche. El glamour oculta una miseria estructural que atraviesa todos los estratos. La ciudad es un cuerpo enfermo que brilla mientras se descompone.
El desenlace me ha parecido mucho más contenido de lo que esperaba, sobre todo tras tanta tensión acumulada. Sin embargo, creo que es una elección deliberada, porque no es fácil enfrentarse a un monstruo con, cual hidra, cien cabezas. Aunque hubiese preferido otra corbata, me quito el sombrero y aplaudo hasta que me sangren las manos a Mr Harper.
Resumiendo, que dice el Maestro: Silencios que matan es un novela negra demoledora y feroz. Una exploración brutal de la corrupción estructural en una ciudad tan brillante como enferma. La novela no se limita a reproducir los códigos del género: los actualiza y los utiliza para exponer cómo opera el poder mediante el silencio y la complicidad. Mae es una protagonista compleja y Chris, pese a su menor profundidad, sirve de contrapunto narrativo eficaz.
El verdadero antagonista no es una persona: es un sistema. La Bestia. Y la fuerza de los protagonistas radica no en que puedan vencerlo, sino en que, sabiendo que también están contaminados, aún deciden enfrentarlo.
Harper nos ha regalado un NOVELÓN que duele por lo cerca que se siente de la realidad. Porque todos lo sabemos. Todos cuchicheamos sobre ello. Pero ninguno decimos nada.
Autor
Datos del libro
Título | Silencios que matan |
Autor | Jordan Harper |
Editorial | Salamandra |
Publicación | 30 enero 2025 |
Traducción | Rita da Costa García |
Serie |

Letraherida.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.