Reseña: Los perros hambrientos (Ciro Alegría)

por Montse Martín
Publicada el 8 Jul, 2024

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Hoy vengo con una entrada un poquito especial. El domingo recibí un correo de un estudiante peruano en el que me decía que necesitaba subir una reseña a una página web para que pudieran puntuársela.

 

 

Así que hoy cedo Escaparate Literario a los siguientes estudiantes:

 

 

  • AGUILAR QUIROZ, ANA MARIELA
  • CACERES MISAHUAMAN, PIERO JHAIR
  • VIGO VENEROS, GIANELA NICOLE

 

 

 

Todos ellos alumnos de la asignatura Comunicación 3 en la Universidad Privada del Norte (UPN).

 

 

 

 

Ciro Alegría, prolífico escritor peruano nacido en 1909, nos sumerge en la desgarradora realidad de los campesinos e indígenas del Perú a través de su aclamada obra Los perros hambrientos, segunda novela publicada en 1939 en Santiago de Chile por la editorial Zigzag.

 

 

 

Con una narrativa conmovedora y cruda, Alegría nos invita a reflexionar sobre la vida en las áridas tierras del Perú, donde la lucha por la supervivencia es una constante. Esta obra tiene como propósito comunicativo hacernos partícipes de la realidad de aquellos que viven en condiciones precarias, marginados por una sociedad que muchas veces los ignora. Alegría busca dar voz a los olvidados, contextualizar su situación y visibilizar las injusticias que enfrentan a diario.

 

 

La novela Los perros hambrientos nos invita a confrontar la desigualdad social que aún impera en nuestro país. A través de la historia de estos personajes, Alegría nos muestra las penurias que deben enfrentar para subsistir, la falta de oportunidades y la constante batalla contra la sequía y el hambre que azota sus comunidades. 

 

 

Más allá de una simple novela, Los perros hambrientos se convierte en un llamado a la empatía y a la comprensión. En definitiva, una obra que nos confronta con nuestras propias realidades y nos desafía a tomar acción para construir un Perú más justo e inclusivo.

 

 

En la novela Los perros hambrientos, Ciro Alegría presenta un desgarrador retrato de la lucha por la supervivencia en un mundo hostil y empobrecido. El autor ilustra a sus protagonistas en situaciones adversas para expresar de manera cruda su vivencia. 

 

 

Por lo demás, el hambre había vuelto a cholos e indios más estáticos. Sentados a la puerta de sus chozas mascaban coca —si la tenían— cambiando monosílabos lúgubres. Ellos solamente saben sembrar y cosechar. El ritmo de su vida está ajustado netamente a la tierra. Y aquella vez, por eso, estaban muriendo pegados a la tierra. Pero si para el hombre es triste el hambre, lo es más para el animal. (Alegría, C., 1939)

 

 

 

En este fragmento, Alegría nos ofrece una visión crítica de la realidad de los cholos e indios. Su vida, estrechamente ligada a la tierra, se ve afectada por la sequía, lo que los lleva a una muerte lenta y dolorosa. La tristeza se intensifica al considerar que el hambre también afecta a los animales. Esta descripción es consistente con la realidad de muchas comunidades rurales que dependen de la agricultura para su supervivencia y que se ven afectadas por fenómenos climáticos adversos.

 

 

 

Las vacas habían resuelto el problema con cactos y pencas. Espinosos y amargos eran, más el clamor íntimo de la vida no admite evasivas. Las cabras ramoneaban chamiza, y ovejas y caballos hacían valer el ichu reseco y punzante. Pero los perros se sintieron perdidos. En la mayoría de las casas su ración fue suprimida. Tuvieron que lanzarse a los campos y aparecieron las primeras tropas deambulando sin sosiego tras su insatisfecho anhelo. Wanka y los suyos seguían sirviendo a sus dueños. (Alegría, C., 1939)

 

 

 

Al final de este fragmento, se resalta a los personajes atrapados en las garras de la miseria y la desesperación, debido a que estos se ven obligados a tomar decisiones drásticas para enfrentar el hambre y la violencia que los rodea. Alegría no solo se limita a mostrar la crudeza de la realidad, sino que también explora la complejidad de la naturaleza humana, revelando la capacidad de resiliencia y el profundo anhelo de justicia que sucumben en el corazón de los más oprimidos.

 

 

 

Para profundizar en el análisis de este primer segmento, se destaca dos aspectos fundamentales. Primero, se resalta la relación intrínseca entre el ser humano y la tierra, que a pesar de la cruda realidad que se presenta, Alegría ilustra la innegable capacidad del hombre para superar las adversidades. En segundo lugar, se evidencia la desigualdad social en este contexto, un reflejo de la realidad de numerosas comunidades rurales alrededor del mundo. A pesar de las adversidades, estas comunidades demuestran una resiliencia notable. Al trasladar esto a la vida real, se observa que a pesar de las dificultades, las personas demuestran una capacidad de resiliencia y adaptación asombrosa. Esta novela actúa como un espejo crítico de la sociedad, resaltando tanto sus desafíos como su potencial para el cambio.

 

 

Alegría también aborda la cruda realidad de la vida campesina en el Perú exponiendo las injusticias sociales y económicas que perpetúan la pobreza y la marginación. 

 

 

—Patrón, tengasté piedá… —Conduelasé, patroncito.

Uno de los indios juntó las manos ante don Cipriano y formuló el pedido de la sepultura.

—Patrón, siquiera quel encargao no nos cobre o nos rebajel derecho pal entierro… No tenemos nionde enterrar los muertos… Sies en medio campo, las almitas penarán…

—¿Y qué he de hacer yo? —replicó muy dignamente don Cipriano—. Ésas son cosas de la Iglesia. Yo no puedo meterme en eso…

—Pero, patrón, patroncito… —Váyanse, no hay nada, yo no puedo hacer nada —terminó don Cipriano. —Váyanse —repitió don Rómulo. (Alegría, C., 1939)

 

 

 

En esta cita se evidencia la explotación y marginación que padecen los trabajadores indígenas bajo el yugo de su patrón, Don Cipriano, en un entorno de desigualdad social y económica. Los indígenas laboran para los dueños que dictan sus decisiones y normas; sin embargo, no reciben la ayuda necesaria para asuntos fundamentales como el entierro de sus seres queridos. Los dueños descartan cualquier responsabilidad o acción que no esté vinculada directamente con su beneficio económico.

 

 

Además, este fragmento refleja la realidad de numerosas comunidades rurales donde las personas, a pesar de su duro trabajo y aporte a la tierra o labor que realicen, especialmente los de zona rural, están a la merced de aquellos en posiciones de autoridad. Esta situación de poder, que se manifiesta en la lucha por los derechos y la supervivencia de los trabajadores rurales, es un testimonio de las desigualdades estructurales que persisten en nuestras sociedades.

 

 

La voz del Simón Robles sonó ronca y firme:

—Patrón, ¿cómo que nuay nada? Sus mulas y caballos finos tan comiendo cebada. ¿No vale más quiun animal un cristiano? Y tamién ay tan sus vacas, punta grande, patrón. Bienestá que haga pastiar, que no le roben… Pero hoy es el caso que debe matar pa que coma su gente. Peyor que perros tamos…

Nosotrus sí que semos como perros hambrientos… Yo tuavía, gracias a Dios, tengun poco, perotros pobres, esos huairinos, botaos po los campos buscando, llorando, suplicando…, y nunca hallan nada…, ni robar pueden. Y tenemos mujeres y tamién hijos. Piensen los diusté, patrón. Hágalo po su mujer y sus hijos… Si tienesté corazón en el pecho, patrón, conduelasé… Y si tiene pensar e hombre derecho, piense, patrón… Con nustro trabajo, con nustra vida sian abierto tuesas chacras, sia sembrao y cosechao to lo que usté come y tamién lo que comen sus animales… Algo deso denos siquiera onde los más necesitaos. No nos deje botaos como meros perros hambrientos, patrón… (Alegría, C., 1939)

 

 

 

La cita relata a Simón Robles en un momento decisivo, desafiando al patrón con una serie de argumentos poderosos y emotivos sobre la desigualdad y la injusticia que los trabajadores enfrentan. Utiliza la metáfora de «perros hambrientos» para ilustrar la situación desesperada en la que se encuentran.

 

 

 

Además de esta metáfora, Robles también apela a la humanidad del patrón, instándolo a considerar la difícil situación de los trabajadores desde una perspectiva más empática. Le recuerda al patrón que los trabajadores, al igual que él, tienen familias que alimentar y que su trabajo y su vida están intrínsecamente ligados a la tierra que cultivan. A pesar de las adversidades, continúan luchando por sus derechos y su subsistencia, rehusándose a ser silenciados o ignorados. Esta resistencia es un testimonio de su fortaleza y valentía.

 

 

 

Calló el Simón Robles y los peones sintieron que había hablado con la boca, el corazón y el vientre exhausto de todos. Miraban al hacendado esperando su respuesta, que creían favorable porque todo era claro como el día. Pero él les echó a todos un rápido vistazo y después se encaró al Simón:

—Conque con su trabajo y su vida, ¿no? ¿Y la tierra no es mía? ¿Creen que les doy la tierra por su linda cara? Ya sabía, Simón Robles, que tú estabas hablando así… Espérense, no más. Descuídense y verán. Vámonos, don Rómulo… (Alegría, C., 1939)

 

 

La cita revela una dinámica de poder y desigualdad con Simón Robles y su confrontación con el hacendado quien demuestra una actitud de superioridad y arrogancia al responder a la solicitud de los trabajadores. Su respuesta, está llena de desdén hacia los esfuerzos y las necesidades de los trabajadores, reafirma su autoridad sobre la tierra y los recursos, subrayando que los trabajadores no tienen derecho a cuestionar sus decisiones o reclamar justicia.

 

 

A la luz de los fragmentos anteriores, este segundo segmento de la obra profundiza en la importancia de la resistencia y la valentía como herramientas para enfrentar la injusticia y la adversidad. Nos recuerda que, a pesar de las circunstancias difíciles, es posible defender nuestros derechos y dignidad. Y que cada voz, incluso la más pequeña, puede hacer una diferencia en la lucha por la equidad y la justicia. Además, la lucha contra la injusticia y la adversidad requiere no solo resistencia y valentía, sino también solidaridad y unidad. En tiempos de dificultades, el poder de la colectividad y el apoyo mutuo pueden ser catalizadores potentes para el cambio. Cada voz, por pequeña que sea, puede contribuir significativamente a la lucha por la equidad y la justicia cuando se une a otras.

 

 

Otro aspecto a considerar de la obra es que el autor también nos sumerge en la vida de los animales para resaltar la solidaridad y compasión. Un claro ejemplo es Mañu, un perro que vive en un mundo lleno de adversidades y se enfrenta a la muerte del niño que lo cuidaba, un evento inevitable pero profundamente conmovedor.

 

 

Mañu sintió, con la segura percepción de los perros, que había llegado la muerte. Y aulló largamente y se quedó al lado del cadáver, acompañándolo, del mismo modo que él, en ya lejana noche, había sido acompañado. Después un cóndor planeó sobre ellos y se asentó a poco trecho. Le ladró a la vez que el ave ensayaba sus primeros picotazos. (Alegría, C., 1939)

 

 

Este extracto de la obra captura la profunda conexión entre un perro y su dueño, incluso frente a la muerte. La reacción instintiva está arraigada en la naturaleza social de los perros y otros animales que forman fuertes lazos de afecto con sus humanos. Esta escena, más allá de ser una simple descripción literaria, se convierte en un recordatorio de la importancia de valorar la vida, tanto humana como animal, y de respetar la profunda conexión que nos une a nuestros compañeros peludos.

 

 

Miró atentamente al muerto con sus ojos duros y fríos, y luego dio hacia él unos cuantos de sus balanceados pasos. Mañu, lleno de angustia, sacando fuerzas de su debilidad, se abalanzó al desnudo cuello, sin lograr morderlo, pero recibiendo un terrible picotazo en el lomo. Pero no avanzó más el cóndor. Y se entabló una lucha terca y lenta. Ladraba el perro al atacante y éste saltaba abriendo las grandes y abanicantes alas. La sangre del lomo herido goteaba pintando el suelo. A veces, el cóndor se detenía permaneciendo un largo rato con un aire de indecisión, pero después resolvía acercarse de nuevo, y el guardián se lo impedía a ladridos y presuntos mordiscos. (Alegría, C., 1939)

 

 

En esta conmovedora escena, Ciro Alegría nos regala un retrato de la valentía y la lealtad inquebrantables de Mañu, un perro que se enfrenta a un enemigo formidable, un cóndor. La descripción de la lucha es visceral y llena de tensión. El lector puede sentir la angustia de Mañu mientras se enfrenta a un enemigo tan superior. Cada ladrido, cada mordisco fallido, cada gota de sangre que cae al suelo, nos acerca a la intensidad del combate. Sin embargo, Mañu no se rinde. Su determinación es inquebrantable. A pesar de las heridas y el agotamiento, sigue luchando, protegiendo lo que le importa. Su valentía no solo es admirable, sino también inspiradora.

 

 

Esta escena no solo nos habla de la valentía de un perro, sino también de la fuerza del espíritu humano. Mañu se convierte en una metáfora de la lucha contra la adversidad, de la determinación de defender lo que creemos correcto, incluso cuando las probabilidades están en nuestra contra. En este relato, podemos apreciar una visión profunda de la vida y la muerte en la naturaleza, así como de las emociones y comportamientos de los animales frente a estas realidades.

 

 

Al igual que Mañu, muchos animales en la vida real muestran comportamientos similares de lealtad, valentía y resistencia frente a la adversidad. Estas historias nos recuerdan la complejidad y la riqueza de la vida animal, y nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia relación con la naturaleza y los seres vivos que la habitan. En definitiva, estas narraciones nos recuerdan la interconexión de todas las especies animales y la importancia de respetar y proteger la diversidad de la vida animal. Cada animal tiene su propia historia de resistencia y supervivencia.

 

 

Finalmente, el autor nos introduce a un mundo donde la creencia y la fe se convierte en un faro de esperanza y resistencia en medio de la adversidad, un vínculo que une a la comunidad y les da fuerza para enfrentar los desafíos. En esta historia se relata la devoción y el sacrificio de los habitantes de un pueblo hacia su Virgen.

 

 

Y era que los habitantes de esa localidad acostumbraban llevar anualmente a la Virgen que reverenciaban, en peregrinación, hasta la cumbre del escarpado cerro cercano. La imagen era muy grande y pesada, y el anda, por consecuencia, otro tanto, circunstancias que se juntaban con las de un camino áspero y estrecho para hacer que los cargadores padecieran, jadearan y sudaran a más y mejor en toda la cuesta. Y era un homenaje a la Virgen todo ese esforzado y doloroso afán, por lo que detrás del anda iban las pallas y concurrentes cantando: Eso y mucho más merece la Señora. Eso y mucho más, Nuestra Salvadora. (Alegría, C., 1939)

 

 

Esta sección, a diferencia de los fragmentos anteriores captura la esencia de la devoción y el sacrificio de los habitantes del pueblo hacia su Virgen. A pesar de la dificultad de la tarea, los habitantes llevan a la Virgen en peregrinación hasta la cumbre del cerro cercano. Este acto de devoción y sacrificio es un homenaje a la Virgen, pero también es una afirmación de su fe y su resistencia frente a la adversidad. A través de este acto, los habitantes del pueblo demuestran que, a pesar de las dificultades, son capaces de unirse y trabajar juntos por una causa común. Esta es una poderosa lección de resiliencia y solidaridad que resuena más allá de las páginas de la novela. En el contexto real, la fe y las creencias a menudo sirven como un faro de esperanza durante los momentos difíciles.

 

 

El camino, ciñéndose a los convulsionados roquedales, resultaba tan quebrado que muchos de los que seguían el anda no la veían, lo que desde luego no era obstáculo para que, haciéndose cargo del sufrimiento de los cargadores, entonaran repetidamente la canción. De repente, uno de los conductores resbaló, vacilaron los otros y, al chocar el anda contra unos riscos, la ligadura que sujetaba a la imagen se rompió. Ésta rodó, entonces, cuesta abajo, rebotando y despedazándose en los peñascos, mientras los cantantes seguían con su tonada: Eso y mucho más merece la Señora. Eso y mucho más,Nuestra Salvadora. (Alegría, C., 1939)

 

 

También se podría criticar que a pesar del desastre que transcurra en ese momento, uno debe mantenerse y levantarse para continuar, tal como lo resalta la cita, los concurrentes siguen cantando en honor a la Virgen, sin embargo, ocurre un accidente: la imagen se suelta del anda y se despedaza al rodar cuesta abajo. Y a pesar del desastre, los cantantes continúan con su canción.

 

 

Cuando les fueron a decir que se callaran, la pobre efigie ya estaba convertida en añicos. Pero ahora el Simón no intentó siquiera traer a colación su historia. Marchaba, como ya hemos dicho, con el ánimo atristado. No llevaba en la boca la alegría de la palabra jocunda ni el dulce y fiestero sabor de la chicha. Ácima era la oración y acaso únicamente sabía a sangre de padecimientos. Con todo, tenía confianza, y la perspectiva del aguacero lo entonaba. ¡Era tan milagrosa la Virgen! Su mujer y sus hijos iban tras él, en silencio. Pellejo caminaba mirando el suelo. (Alegría, C., 1939)

 

 

Tras la continuidad del fragmento anterior, la imagen queda destrozada, pero los participantes continúan con sus cánticos. Simón, aunque entristecido, mantiene su fe en la Virgen, encontrando consuelo en la perspectiva del aguacero como un signo de lo milagroso. A pesar de las dificultades y el sufrimiento, la devoción persiste entre los participantes, incluida la familia de Simón y Pellejo.

 

 

Este fragmento nos muestra la capacidad de la fe para proporcionar esperanza y consuelo incluso en medio de la adversidad y la desilusión. Por lo que la obra ofrece una visión crítica de la fe y la devoción religiosa, destacando tanto la importancia cultural y emocional de las tradiciones como las dificultades y los desafíos que enfrentan aquellos que las practican. Se exploran temas como el sacrificio, la perseverancia, la solidaridad y la resistencia, así como la relación entre la fe y la realidad tangible. A pesar de la tragedia y la desilusión, la fe en la Virgen persiste entre los personajes, lo que sugiere la capacidad humana para encontrar consuelo y significado en medio del sufrimiento y la incertidumbre. En última instancia, el texto invita a reflexionar sobre la naturaleza de la fe y cómo esta puede sostenerse y manifestarse en diferentes contextos y circunstancias.

 

 

En síntesis, Ciro Alegría nos sumerge en un mundo de desgarradora belleza en su novela Los perros hambrientos. A través de una prosa poética y cruda, nos presenta la lucha por la supervivencia de una comunidad rural azotada por la sequía y la pobreza extrema. La obra no solo expone la realidad desoladora que enfrentan los personajes, sino que también explora la profundidad del espíritu humano ante la adversidad. La fuerza de la novela reside en su honestidad brutal. Alegría no rehúye la cruda realidad de la pobreza, el hambre y la muerte. Sin embargo, también encuentra momentos de belleza y esperanza en la conexión de los personajes con la tierra y entre sí.

 

 

Los perros hambrientos es una novela que no te dejará indiferente a las realidades sociales. Recomendamos encarecidamente esta novela a aquellos que buscan comprender las luchas y esperanzas de las comunidades marginadas, y para aquellos que aprecian el poder de la literatura para iluminar la condición humana. Si bien la crudeza de la historia puede ser difícil de leer para algunos, es una obra que te acompañará mucho tiempo después de haber pasado la última página.

 

 

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