Los hijos de la tierra

Jean M. Auel

En la última fase de la Era Glacial un terremoto deja a la pequeña Ayla, de cinco años, aislada de su tribu. Afortunadamente encuentra refugio entre los miembros del clan, un grupo de neandertales.

Valiente e indomable, la joven infunde al principio sorpresa, luego cautela, hasta que, por fin, es aceptada.

Sobre todo, por Iza, la curandera y Creb, el hechicero, que cuidan de ella. El futuro líder del clan, Broud, es el único que sigue mirándola con recelo, y hará todo lo posible para destruirla.

Pero Ayla está protegida por el tótem del León Cavernario, un espíritu fuerte que la escogió por ser una superviviente.

Tras ser expulsada del Clan del Oso Cavernario, la joven Ayla decide buscar a los que son como ella, los cromañones, y emprende un viaje lleno de peligros y aventuras hasta que encuentra una cueva donde refugiarse durante un tiempo.

Su extraordinario instinto de supervivencia y su mente inquieta la conducirán a grandes descubrimientos, como hacer fuego «de piedra» y domesticar animales; entre otros a la yegua Whinney, que se convertirá en su fiel compañera.

Además, tendrá que combatir la soledad y el dolor por ese hijo de «espíritus mezclados» que tuvo que dejar atrás.

El destino conduce a Ayla hasta Jondalar, un zelandonii herido, a quien lleva a su cueva para curarlo.

Durante unos meses comparten habilidades, aventuras y sentimientos.

Ayla y Jondalar deciden vivir una temporada cerca del Mar Negro, con los Mamutoi, quienes cazan Mamuts no sólo para alimentarse, sino también para obtener pieles, marfil y otros muchos recursos que honran espiritualmente.

Ayla se verá obligada a demostrar su valía como ser humano y su pureza de corazón para ser acogida por una gente que la desprecia por haber sido criada con los hombres del Clan, a quienes consideran simples animales.

Ayla y Jondalar emprenderán un viaje a caballo hacia sus lugares de origen, el curso de su aventura será a través de grandes llanuras batidas por el viento en la Europa de la Era Glacial.

Conocerán otras tribus, que por no conocer la domesticación de animales ni los métodos de curación, les consideran seres enigmáticos y temibles.

En su viaje aprenderán que el mundo desconocido puede ser difícil y traicionero, pero también profundamente bello y aleccionador.

Nuestra protagonista Ayla y su compañero Jondalar llegan hasta el Valle de la Dordoña francesa, tierra donde habita la tribu de la familia de Jondalar, los Zelandonii, que en un principio se muestran bastante distantes hacia Ayla, con su extraño acento, sus caballos y su lobo domesticado.

Jean M. Auel en esta ocasión, nos describe perfectamente las costumbres del poblado,- las diferentes ceremonias, su manera de cocinar, cazar, las pinturas en las cuevas, etc.- y pone el acento en el descubrimiento y coexistencia de distintas formas de vida.

Ayla se va poco a poco integrando en el Clan de Jondalar, aprende muy pronto sus costumbres a las que les aporta sus conocimientos – el fuego de piedra, el porta lanzas, etc.- y se gana el respeto rápidamente gracias a sus habilidades curativas.

El amor entre Ayla y Jondalar sigue creciendo y consolidándose, seremos testigos de su boda y del nacimiento de un hijo de la pareja.

Hace ya muchos años que Ayla, la niña cromañón, fue expulsada del Clan del Oso Cavernario y que inició; su largo viaje por todo el continente europeo.

Finalmente, en este libro, La tierra de las cuevas pintadas, se ha establecido en la cueva de donde procede su compañero Jondalar, con quien ha tenido una muy deseada hija llamada Jonayla.

La joven lucha por encontrar un equilibrio entre sus nuevas obligaciones como madre y su preparacIón para convertirse en líder espiritual y en curandera.

Durante su formación queda muy impactada al contemplar las maravillosas pinturas que se encuentran en algunas cuevas y le ayudan a sentirse especialmente cercana a la Madre Tierra.

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