Larga vida al rey

Irenes Morales

Sangre

 

Verenize • de Veda nunca quiso ser rey.

Le gustaba la vida que le había tocado, le gustaba aprender nuevos círculos de invocación, nuevas formas de provocar a su caballero protector, de evitar sus deberes o robar mandarinas de las cocinas.

El peso de la corona recaía en su hermana Sera, quien se la merecía más que nadie y a quien Nize quería más que a nadie.

El día en que Sera fue asesinada, Nize perdió dos vidas: la de su hermana y la suya propia. 

Ahora es él quien ha de heredar la corona, pero al príncipe poco le importa el trono; solo vivirá por y para encontrar al asesino de Sera, así tenga que romper todos los tabúes de su religión, pactar con mil demonios, derramar sangre, iniciar guerras.

Aunque tenga que convertirse en el rey que nunca quiso ser y su caballero lo mire justo como lo está mirando en este preciso momento. Ah, Sasha. Tan noble y tan estrechito de miras.

No, Verenize • de Veda nunca quiso ser rey, pero si ese es el precio a pagar, que así sea.

Flores

 

Sasha de Corte no quiere matar al rey.

Frutos

 

Verenize • de Veda no quiere morir.

Ha sacrificado demasiado de sí mismo en construirle un imperio a su difunta hermana, para cuando por fin se reencarne, y no está dispuesto a rendirse tan pronto.

Doscientos años de soledad no son nada; podría aguantar otros doscientos, cuatrocientos, seiscientos, podría soportar toda una eternidad esperándola, siempre mientras supiera que, algún día, ella volvería.

Pero el fantasma de Sera le dijo que pronto sería libre, y acto seguido condujo al Séquito hasta el arma profetizada para matarlo.

Nize no puede dejar de pensar en eso. De preguntarse si será su propia hermana otra traidora más, otro recuerdo amargo queriendo apuñalarlo por la espalda, como todos y cada uno de los miembros del Séquito, esos que ahora lideran las huestes rebeldes. 

Debería haberlos matado cuando aún era el lobo entre ovejas, cuando aún dormía entre ellos al raso; cálido, seguro y feliz por primera vez en siglos.

Ah, los echa tanto, tantísimo de menos…

No, Verenize • de Veda no quiere morir, pero ¿acaso al destino le han importado alguna vez sus deseos?