Carlos Lombardi

Guillermo Galván

Tiempo de siega

Madrid, 1941: Carlos Lombardi, expolicía criminalista y ahora preso político por lealtad a la República, cumple redención de pena en Cuelgamuros trabajando en las obras para el mausoleo del Valle de los Caídos.

Pocos días antes de Navidad Lombardi es liberado inesperadamente y trasladado a las dependencias de la Policía, donde le recibe su antiguo jefe Balbino Ulloa, a quien años atrás ayudó a no ser expulsado del cuerpo facilitándole un improvisado carné del Frente Popular.

La policía del Nuevo Régimen le necesita para resolver un caso que a pesar de lo escandaloso no se ha filtrado a la prensa: el asesinato de un sacerdote que ha sido degollado, torturado y castrado.

El horrendo crimen parece haber sido cometido por el mismo asesino al que Lombardi pisaba los talones en 1936, antes de la Guerra. Ulloa le insta a hacerse cargo de la investigación como una «comisión de servicio» y la promesa de un posible indulto en el futuro…

La virgen de los huesos

Verano de 1942. Carlos Lombardi se ve obligado por la policía del Nuevo Estado a seguir el rastro de un joven desaparecido.

Todavía en libertad provisional, con un inestable trabajo en la agencia de investigación Hermes, el exinspector republicano se enfrenta a un mundo rural para él desconocido en la Castilla profunda; un mundo de silencio y miedo marcado por la cruel represión durante los primeros meses de la reciente guerra civil.

Bajo la lejana tutela de su antiguo inspector jefe Balbino Ulloa y el apoyo a distancia de Alicia Quirós y Andrés Torralba, sus atípicos compañeros de fatigas, Lombardi debe afrontar la prepotencia de los vencedores, el consolidado caciquismo, las corruptelas cotidianas y la actitud huidiza de los vencidos.

Hombres que no quieren ni pueden mirar atrás, mujeres que buscan su sitio a contracorriente, gentes que esperan pacientes ver devorada la tierra y la historia de sus antepasados por el agua de un futuro pantano.

Un paisaje marcado por campos de concentración y fosas comunes en territorios por todos conocidos que nadie se atreve a transitar.

Morir en noviembre

Noviembre de 1942, el mundo arde en llamas y España, aun arrasada y en plena represión, es un nido de espías. Carlos Lombardi, de nuevo en Madrid, sobrevive como puede con su precaria agencia de detectives. No puede permitirse el lujo de rechazar ningún trabajo por lo que tiene que investigar y seguir a un misterioso viajante de comercio alemán. Nada puede apetecerle menos que volver a meter sus narices en los asuntos del Tercer Reich pero…

A su vez una aspirante a actriz de dudosa reputación aparece asesinada y la policía del estado no tiene mucho interés en investigar y descubrir que es lo que hay detrás. Por lo que Lombardi buscará la forma de hacer justicia viéndose atrapado en una sórdida trama de prostitución, cine y estraperlo.

¿Están conectados ambos casos? Guillermo Galván regresa a la más dura posguerra española para traernos una novela negra en la que, de forma magistral, junta los géneros policiaco, histórico y de espionaje.

El club de las viudas

 

Mayo de 1943. A pesar de sus escrúpulos ideológicos, circunstancias laborales adversas animan a Carlos Lombardi a solicitar su ingreso en el nuevo Cuerpo General de Policía.

El reciente indulto y avalistas de peso facilitan su reincorporación a la Brigada de Investigación Criminal, si bien en condiciones bastante incómodas y limitadas.

Sospechando que no durará mucho entre las paredes de la tétrica DGS, su primer trabajo consiste en investigar la desaparición de cuatro soldados franquistas en la batalla de Belchite, casi seis años atrás.

Lo que inicialmente apunta a un rotundo fracaso por la muy probable muerte de los cuatro hombres va tomando cuerpo a través de la investigación de sus viudas.

Paralelamente, se complican las relaciones de Lombardi en la Puerta del Sol por el interés que suscita entre miembros de la policía política, la Brigada de Investigación Social.

Como de costumbre, Carlos Lombardi debe caminar sobre brasas sin quemarse los pies. Con la ayuda, naturalmente, del ex guardia de asalto Andrés Torralba, la auxiliar de oficinas Alicia Quirós y el bisoño periodista Ignacio Mora.