Reseña: Nadie en esta tierra (Víctor del Árbol)

por Montse Martín
Publicada el 26 Ene, 2023

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Opinión personal

 

 

 

Los que me conocéis sabéis que a mí lo que realmente me gusta es leer y que lo de reseñar lo llevo peor. Aunque sí lo paso bien transmitiendo mis impresiones sobre una novela cuando me ha encantado o cuando, por el contrario, me ha parecido que no merece el tiempo que hemos invertido en ella. Mi segundo nombre es intensidad.

 

 

Pero si ya me cuesta ponerme a hacer una reseña, cuando es la de un libro como Nadie en esta tierra de Víctor del Árbol (no olvidéis que era mi candidato al Planeta de este año y apuesto por que lo será en 2024) el esfuerzo que me supone es sobrehumano. ¿Que por qué? Porque aunque yo sé que se me da bastante bien lo de hacer un entrada explicando por qué os recomiendo (o no) un libro (y mejor que muy bien si me comparo con cualquier bookstagramer), cuando me enfrento a un libro como este me siento como una gota en un océano infinito.

 

 

Porque no es que Víctor juegue en otra liga. Del Árbol juega en otra galaxia (pero muy lejana) comparada con el resto. Vosotros tenéis muy claro que yo tengo una trimurti en lo de la negra y criminal, que es el género que más aparece en esta web, pero ignoráis que yo tengo un dios y una diosa en mi Olimpo particular. Ella es Almudena Grandes (y digo es porque sus libros la sobreviven) y él es, obviamente, Víctor del Árbol. 

 

 

Y lo es desde la primera novela que leí, La tristeza del samurái, cuando no lo conocía nadie y el Nadal estaba muy lejos. Quiero decir con esto que yo no me he subido al carro de ninguna moda, que ya en esa novela vi que apuntaba maneras y que llegaría muy lejos (aunque le haya costado mucho, al final lo ha conseguido; que manda cojones que fuera un ídolo en el país vecino, los franceses reconocieran su maestría con un montón de premios y aquí la mayoría no supiera quién era).

 

 

Con mucho dolor (y esto va en sentido literal) he de confesar que no tengo la novela en papel. Su salida coincidía con mi día de ir a por mi «botín» semanal, pero un dolor de rodilla bastante incapacitante me ha impedido poder disfrutarlo en papel, menos mal que N la subió en digital y por lo menos sí que he podido leerla (no sufráis por mí, que en breve acompañará a sus hermanas en mi biblioteca).

 

 

Lo de la novela en papel lo digo porque hasta hace un rato no había visto la faja (gracias Marta por mandarme la foto) y lo que en ella ha escrito César Pérez Gellida: «Un escritor que domina el oficio como pocos en nuestro país». Vamos a comprobar si tiene razón o no, aunque ya os adelanto que el chico de Valladolid se queda muy corto.

 

 

Estamos en el año 2005 y al inspector jefe Julián Leal le han detectado un cáncer de riñón. Como la enfermedad no pinta muy bien, y aprovechando que está suspendido de empleo y sueldo, decide ponerse en paz con su pasado y volver a la tierra donde nació, que no pisa desde hace treinta años.

 

 

Una serie de muertes de personas relacionadas con él y con ese pasado, lo convierten en el principal sospechoso. 

 

 

Pero Julián Leal no es de los que abandonan…

 

 

Antes de empezar, un inciso: todo lo entrecomillado es mío, que ya sabéis que soy la reina del autoplagio; pero como ya he dicho todo de este autor, soy incapaz de decirlo mejor. O, dicho de otra manera, si en su momento lo hice bien y sigo pensando lo mismo, ¿para qué cambiarlo?

 

 

 

Vamos al lío, que es a lo hemos venido:

 

 

¿Qué me ha gustado?

 

 

 

  • La cubierta, con ese individuo de espaldas, que sirve para universalizar al personaje y que pueda convertirse en cualquiera de nosotros.

 

 

 

  • El prólogo escrito en primera persona por el mismo narrador que después utiliza  la segunda (el «hombre de los ojos oscuros»). Os recomiendo que os lo volváis a leer una vez terminado el libro; lo veréis todo con otra perspectiva y os hará plantearos aún más los dilemas morales y las disyuntivas éticas a los que nos enfrenta Víctor del Árbol durante toda la lectura, que son muchos y muy diversos.

 

 

  • En cuanto al género, siempre me resulta difícil etiquetar una novela de Víctor del Árbol: puede ser una policiaca procedimental, porque lo de Julián, Virginia y Soria no deja de ser, en el fondo, una investigación; pero los temas que aborda, como el de los abusos, lo convertirían en una novela negrísima. Por otro lado, nadie es capaz de destapar y sacar a la luz las miserias y la podredumbre que puede a llegar a albergar el alma humana como este autor. Así que vosotros mismos, contadme cuando la leáis porque yo soy incapaz.

 

 

  • La estructura de la novela, dividida en un prólogo, cinco partes subdividas a su vez en 43  capítulos (todos debidamente datados y con su respectiva localización geográfica) y un epílogo.

 

 

  • El ordenamiento temporal in extrema res (justo un año después de los hechos que nos narra) y un hilo cronológico lineal roto con la inclusión de capítulos que se desarrollan años atrás. ¿Podrían considerarse varias líneas temporales? Pues sí, eso va en la forma de interpretarlo de cada uno. Lo que es indiscutible es que estos saltos en el tiempo los borda y le permiten al lector estar informado de todo en el preciso momento en el que necesita saber cada suceso.

 

 

  • Esa línea argumental es una auténtica delicia, porque cada vez que habla de un hecho que sucedió en otra época, corta la historia del presente para narrarnos la del pasado.

 

 

  • Los dos narradores: uno equisciente en tercera persona, que es el que nos va contando el grueso de la historia; y un narrador personaje (el hombre de los ojos oscuros) en segunda, que se dirige bien a nosotros (para adelantarnos sucesos futuros) o bien al personaje que protagoniza el capítulo en cuestión. Creo (aunque estaría dispuesta a jugarme las manos con las que escribo) que esto no lo he visto jamás (y dudo que lo vuelva a ver, salvo que a alguien le dé por intentarlo después de leer Nadie en esta tierra).

 

 

  • Con este recurso ha conseguido humanizar al narrador en segunda persona y acercárselo a los lectores. Pero, sobre todo, nos hace ver que no todo es blanco o negro o gris, es según el color del cristal con que se mira. 

 

 

  • Eso le permite un perfecto manejo del tempo y de los tiempos para ir dosificando la información y la intriga, pero no nos hace sufrir haciéndonos pasar páginas y más páginas para saber qué ocurrió.

 

 

  • La prosa cuidada y envolvente del autor, que escribe «desde las tripas», que permite que la historia discurra con un ritmo vivo. «Las palabras fluyen, se deslizan gracias a esa prosa exquisita, pero se vuelven tan brutales como las aguas de un mar embravecido chocando contra las rocas y nos dejan exhaustos y agotados, como me ha sucedido a mí, y entonces tenemos que parar, descansar y pensar que siempre hay que intentar exorcizar los recuerdos del pasado, porque de lo contrario, lastrarán nuestro futuro, y que cuando ya no hay esperanza, solamente dejarnos arrastrar hacia el abismo nos hace salir a flote más fuertes».

 

 

  • Los temas tratados son muchos y muy variados. Destacaría por encima de todos la venganza, el odio y la ambición; y, junto con esta ambición, la impunidad de los poderosos. Todos ellos conforman un goteo de maldad que articulan una trama magistral, perfectamente imbricada y medida, compuesta por millones de gotas de rencores, de silencios y de dolor, mucho dolor.

 

 

  • Nadie en esta tierra es una novela lleno de emociones de todo tipo, buenas, malas y regulares: sentimos dolor por el sufrimiento de algunos personajes, impotencia antes las injusticias padecidas por ellos, alegría cuando les suceden cosas buenas, rabia ante la prepotencia y la impunidad de algunos especímenes que pululan por ella, y asco, un asco inmenso, con las maquinaciones de algunos de los seres oscuros que la pueblan. 

 

 

  • Aunque su estilo sea elegante, no le tiembla el pulso en la descripción de algunas escenas, que son descarnadas y durísimas, en las que aparece el tema más recurrente del autor: el de los abusos. Aunque, para mi gusto, en el de algunas torturas tendría que haberme dado más detalles, porque poco han sufrido para lo que me hubiese gustado a mí.

 

 

  • Como dije en Twitter, Nadie en esta tierra no es solo la historia de Julián. Cada personaje tiene una muy interesante que contar y cada una de ellas bien podrían haber sido una novela independiente. Como ya mencioné en otra reseña del autor, «las historias, como si de una matrioska se tratara, van apareciendo una detrás de otra sin cesar, a cada cual más sorprendente, para bifurcarse, converger, separarse y volverse a unir, porque todas están interconectadas por un nexo común: vidas destrozadas, personas que son muñecos rotos, y dolor, mucho dolor»

 

 

  • Los dilemas éticos y las disyuntivas morales  a los que Víctor enfrenta a sus personajes y, por ende, a nosotros. Como soy de mojarme llueva o no, ya os digo que el que diga que no hubiese hecho lo mismo que Julián al final miente como un bellaco. En los de Virginia tengo mis dudas, porque yo soy mucho de ejercer de abogado de pleitos pobres, así que creo que hubiera actuado al contrario que ella en el primer momento, y de la misma manera que ella en el resto. Como dice el autor en el epílogo «Los debates éticos, la moral, la ley quedan en suspenso cuando nos arrebatan las emociones». Y uno que sobrevuela por encima de todos: ¿son los hijos culpables o responsables de los pecados de sus padres? 

 

 

  • Los personajes son todos tan grises como la portada, redondos, llenos de aristas y matices, muchos de ellos marcados por horrores indescriptibles. Ninguno es perfecto, todos están llenos de imperfecciones: unos por dolor, otros por deber, otros por ambición. También los hay muy oscuros, negrísimos, podridos por una maldad que supura por cada poro de su piel.
    • Julián Leal, el protagonista indiscutible de Nadie en esta tierra. Cuando lo conocemos tiene cuarenta y un años y le acaban de detectar un cáncer de riñón; además, está suspendido de empleo y sueldo (entre tú y yo, Julián, poco hiciste), y aprovecha para volver a su tierra natal, de la que se marchó hace treinta años y hacer las paces con su pasado.
    • El «narrador en segunda persona», cuyo nombre no aparece y del que tampoco os diré a qué se dedica para no reventar la sorpresa. Este personaje tiene más nobleza y más honor en sus «ojos oscuros» que algunos que aparecen en la novela y que han jurado servir y proteger a los ciudadanos. No me ha caído mal en ningún momento y al final he empatizado con él porque el autor lo ha humanizado dándole voz.
    • Virginia, la compañera y amiga de Julián. Enfrentada desde siempre a su padre porque no ha seguido los pasos marcados, es la que debe de afrontar más dilemas a lo largo de la novela y más de una vez tiene que elegir entre el deber a su profesión y la amistad hacia Julián.
    • Clara Fité (pedazo de homenaje a Alba), una periodista que está en una clínica de desintoxicación desde hace demasiado tiempo porque es incapaz de enfrentarse a sus demonios.
    • Soria, un trepa de manual al principio de la historia y el que tiene la evolución más marcada a lo largo de la novela.
    • Heredia, el comisario, simboliza la ambición. Tiene cuentas pendientes con Julián desde hace muchísimos años y está empeñado en destrozarle la vida cueste lo que cueste.
    • Chinchilla es un niño de ocho años que es para comérselo. El único personaje puro de toda la novela.
    • Hay un elenco de secundarios de lujo, todos perfectamente caracterizados y llenos de facetas. Todos y cada uno terminan sorprendiéndonos en uno u otro momento, porque son tan complejos que, como en el caso de los anteriores, es imposible anticiparnos a cómo van a actuar.

 

 

  • La ambientación es una gozada: nos paseamos por México, por Galicia, por Barcelona y por Madrid de la mano de nuestros personajes. Pero lo mejor de todo es el contexto histórico en el que enmarca los hechos acontecidos hace treinta años, así como las diferencias entre una ciudad cosmopolita como Barcelona y el pueblo en el que nació Julián, que sigue anclado en el pasado y sus habitantes están lastrados por unos odios enquistados desde tiempos inmemoriales.

 

 

  • El desenlace está a la altura de la novela, con un giro narrativo que no esperaba tal y como se iban desarrollando los hechos, y que es para ponerse de pie y aplaudir al autor hasta que nos sangren las manos.

 

 

 

  • El epílogo me ha parecido muy original, porque el narrador en segunda persona nos cuenta una serie de historias (que nos podemos creer o no; ya sabéis que yo soy mucho de actos de fe y he decidido pensar que sucedieron así) que son un rayo de esperanza dentro de la podredumbre en la que hemos estado inmersos durante la lectura.

 

 

 

Resumiendo, que dice el Maestro: Nadie en esta tierra es un NOVELÓN, con mayúsculas, subrayado, en negrita, un libro de esos que cuando los cierras se te han quedado pegados a la piel y es imposible deshacerte de ellos, porque nadie desgrana las miserias del alma humana como Víctor del Árbol y obliga al lector a enfrentarse a las suyas (porque todos tenemos alguna), con una trama muy sólida y potentísima, con unos personajes redondos, con unos temas durísimos y  con un final a la altura.

 

 

Una novela escrita desde las tripas, «que es como se escriben las novelas que no solo llegan al lector y lo sacuden, sino que lo desgarran por dentro y le hacen sentir cosas que nunca antes había experimentado». Porque Víctor ha creado «una novela en la que los personajes y sus historias nos poseen, nos asfixian y nos exprimen», y esos personajes nos enseñan que «siempre hay que intentar exorcizar los recuerdos del pasado, porque de lo contrario, lastrarán nuestro futuro, y que cuando ya no hay esperanza, solamente dejarnos arrastrar hacia el abismo nos hace salir a flote más fuertes».

 

Porque aunque no lo parezca, siempre hay una esperanza, algo a lo que agarrarse, algo que nos permitirá luchar para intentar salvarnos y resurgir de nuestras cenizas más fuertes de lo que nunca fuimos.

 

 

El poder no te da solo dinero, te da algo mucho más importante y útil: te da impunidad, te sitúa por encima del bien y del mal.

 

Nadie quiere morir, Julián. Ni siquiera los que no quieren vivir.

 

 

 

 

 

 

Autor

 

Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) es escritor.

 

Suyas son las novelas El peso de los muertos (Premio Tiflos de Novela 2006), La tristeza del samurái (Prix du Polar Européen 2012), Respirar por la herida (finalista en el Festival de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera), Un millón de gotas (ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière y uno de los libros más destacados del 2021 en Estados Unidos según Publishers Weekly), La víspera de casi todo (Premio Nadal de Novela 2016), Por encima de la lluvia (2017), Antes de los años terribles (2019) y El hijo del padre (2021).

 

Sus libros se han traducido a numerosos idiomas y gozan de un éxito extraordinario en Francia, donde en 2018 fue nombrado Caballero de las Artes y las Letras.

 

 

 

Datos del libro

 

 

 

 
Título Nadie en esta tierra
Autor Víctor del Árbol
Editorial Destino
Primera edición 25 enero 2023
Traducción
Serie

 

 

 

 

 

 

 

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