Reseña: Astillas en la piel (César Pérez Gellida)

por Montse Martín
Publicada el 6 Sep, 2021

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Opinión personal

 

 

Después de tres meses y medio sin publicar una reseña, vuelvo de nuevo (espero que esta vez sea la definitiva) con el último libro del puto amo, uno de mis autores de cabecera: César Pérez Gellida y su nueva novela, Astillas en la piel.

 

Pero antes de empezar a hablaros de la novela en cuestión, os contaré que soy hija de un carpintero, y que manejo el martillo, el formón, el escoplo, el cepillo y demás instrumentos del oficio como si formasen parte de mí. Y os preguntareis, ¿esta ida de pinza a qué viene? Tranquilidad, que yo os lo explico. La cita de Astillas en la piel dice que «hay astillas conviene no extraer jamás, estén clavadas donde estén». Pues bien, mientras leía esta novela a mí lo único que se me ocurría no era sacarlas, sino clavarlas, en cómo utilizar las astillas contra el tipejo ese que usa el secador para inspirarse: en las uñas de los dedos de las manos o los pies me parecía muy manido; en los ojos imagino que ni se desmayaría; en «salva sea la parte» no sé yo. Así que he decidido presentarme en Valladolid con una radial y que no quede de él ni un pedacito; eso sí, lo primero una sonrisa de Glasgow que va a dejar como una hermanita de la caridad al Ellroy de La Dalia negra.  Porque es que no se puede ser peor persona que este tío, que juega con nosotros como si fuésemos marionetas. Gellidistas, ¿os habéis planteado que se crea un dios y nos maneje como si fuéramos personajes de una de sus novelas? Dadle una vuelta, porque este tiparraco es muy capaz.

 

Dice Juan Gómez-Jurado en la faja del libro que «César Pérez Gellida es, sin ninguna duda, el mejor escritor de novela negra de España». Querido Juan, como dijo Arturo en una ocasión, «no me extraña que te abandonaran». Y eso que sois amigos. ¿De este país? Te has quedado un poco corto. De este país y de casi 200 más. Para una vez que estoy de acuerdo con una faja va Peloplata y le da miedo decir la verdad #HayQueRejoderse.

 

Si cuando reseñé La suerte del enano comenté que con esa novela Gellida había vuelto a su ciudad, a sus principios, aquí lo hace de nuevo, pero va un paso más allá. Si en su novela anterior nos acercábamos al César de sus orígenes, en esta nos encontramos con un Gellida más minimalista,  en el que nos demuestra que con lo esencial se puede construir un novelón, sin necesidad de artificios, tramas complejísimas, multitud de personajes, mucha documentación o giros de guion imposibles. Ya sé que lo he dicho en algunas reseñas (como dice Rodrigo Cortés, autoplagiarse está permitido), pero aquí se lleva a la práctica al pie de la letra el «menos es más» de Mies van der Rohe, y considero que Astillas en la piel es una novela de «piel y huesos» y un poquito de magia. ¿Que qué quiero decir con esto? Tranquilos, que en un momento os lo cuento todo.

 

 

¿Qué me ha gustado?

 

  • Como siempre, lo primero mi reconocimiento al gran Chevi de Frutos que ha diseñado, para mi gusto, la mejor cubierta de todas las que componen el universo Gellida. Esas deportivas, esos zapatones, ese edificio que se vislumbra… Como escarpias, queridos. Pero para entenderlo hay que leer la novela.

 

 

  • El título está sacado de una frase que dice uno de los protagonistas de la novela, Álvaro Vázquez de Aro. Y una vez que la encuadramos en su contexto… buff… qué dureza.

 

 

  • El tema fundamental de la novela es la venganza, una venganza que se lleva gestando veintiséis años. Aunque ese es uno de los temas que más me gusta (recordad que una de mis novelas favoritas es El conde de Montecristo), considero que la historia va mucho más allá, y termina siendo tan condenadamente diabólica y maquiavélica que eso queda convertido en una mera anécdota.

 

 

  • Además,  trata un tema que estamos hartos de ver en los medios de comunicación (aunque poco en las novelas) y le da una vuelta de tuerca, convirtiendo a las posibles víctimas en verdugos, y haciendo que nos replanteemos muchas cosas.

 

 

  • Las definiciones de crucigramas que aparecen como títulos de los capítulos. Me ha parecido una forma superingeniosa de implicarnos aún más en la historia porque si, como yo, sois aficionados a esos pasatiempos, os lo pasaréis pipa intentando averiguar si habéis acertado. Si no, pues no hay problema porque las definiciones están al final.

 

 

 

  • Todos los guiños que hace a sus obras anteriores, mencionando a Augusto, La suerte del enano e, incluso, a Ramiro (cuánto te echo de menos). Y también aparece Paz Velasco como un «personaje más» (para los que no la conozcáis, es una criminóloga real). Y le hace un homenaje a Chevi de Frutos convirtiéndolo en un personaje (desde aquí, y sin acritud, si yo soy él la próxima portada te la haces tú, y lo más bonito que te diría sería «puto pelele, paleto de los cojones»).

 

 

 

  • La trama está compuesta por dos hilos temporales, uno que se desarrolla en 1993 y otro en 2019, que es el que corresponde a la actualidad. Cada una de esas historias está narrada en primera persona por uno de los dos protagonistas. Además, en tercera persona aparece otra trama (la policial), que es un poco posterior a los hechos que suceden en lo que podríamos considerar el núcleo central de la obra.

 

 

  • La mayor parte de la trama del presente se apoya en unos diálogos brillantísimos, ingeniosos y muy eficaces; no solo nos permiten conocer perfectamente a Álvaro y a Mateo, también son de los que nos hacen pensar. Porque pone sobre la mesa muchos temas, la mayoría con enjundia. Pero no solo eso, es que se nota la diferencia entre los que transcurren en 1993 y los de la actualidad. Los veinteséis años que separan a nuestros protagonistas en una y otra trama también se notan en los diálogos, porque no puede hablar igual un niño de trece años que un tipo de casi cuarenta. 

 

 

  • La intriga sobre la que se sustenta la trama es tan inteligente que, aunque sabemos que el asesino es uno de los dos personajes que conocemos (porque, obviamente, no podía ser de otra manera), no he podido descartar a ninguno, porque las coincidencias me han llevado a ir culpabilizando a uno o a otro según el momento.

 

 

  • Lo visual de las descripciones de la novela que, como pone el autor en boca de Álvaro, es lo que nos permite sumergirnos en la historia. Son los «detalles» los que nos sacan de nuestra zona de confort y sacuden nuestras conciencias.

 

 

  • Los personajes se cuentan con los dedos de las manos (y esto es completamente literal), pero son dos los que llevan todo el peso de la historia: Álvaro y Mateo, dos hombres que se conocieron en un colegio hace veintiséis años y que, desde entonces, han mantenido la amistad.
    • Dos personas que han asumido de diferentes maneras las vivencias que compartieron: uno sigue atormentado por ellas; el otro, no solo las ha interiorizado, sino que ha conseguido sacarles partido. No sé yo muy bien si son protagonistas o antagonistas, pero lo que sí tengo claro es que ambos son dos antihéroes. Y que aunque al principio he conseguido empatizar solo con uno, luego he ido cogiéndole asco a los dos y he terminado detestándolos. Si echo la vista atrás y analizo todos los personajes que han aparecido en el universo Gellida, ha habido muchos con los que no he tenido conexión (Ledesma, Carapocha, Erika y Sara Robles, por hablar solo de los más emblemáticos), pero lo que me han transmitido Álvaro y Mateo es de otra dimensión. 
    • A lo que iba, que me voy por las ramas. Álvaro es un autor de éxito y podrido de dinero (entre nosotros y ahora que nadie nos lee, me ha parecido el alter ego del autor porque algunas de sus vivencias me lo han recordado) y Mateo es un tipo que se dedica a hacer crucigramas y que está casi en la ruina.
    • Además, tenemos a un teniente de la Guardia Civil que (ojalá, por favor, por favor) imagino que saldrá en próximas novelas; me ha gustado mucho su seriedad, pero creo que debajo de esa máscara castrense se oculta un vasco noble (¿os acordáis de Ólafur?, pues me lo ha recordado) que puede dar muchísimo juego. 

 

 

  • La metaliteratura, que está presente en toda la novela, como no podía ser de otra forma siendo Álvaro un escritor megaselleriano. Gellida denuncia por la boca de Vázquez de Aro muchos de los males que azotan el mundillo editorial: ¿ser aclamado por la crítica o vender mucho?; muchas veces la crítica es negativa porque un autor vende mucho, ¿es eso ético?, ¿vender mucho es sinónimo de poca calidad? 

 

 

  • La ambientación merece una ovación de pie durante varios minutos. No sé si habéis vivido en vuestras carnes lo que es una cencellada, pero os aseguro que todo lo que tiene de bonito de ver, lo tiene de espantoso para nuestra salud. Un frío seco que se te mete en los huesos y que no hay dios que consiga que se te pase. Es lo que en cualquier sitio llamamos una helada, pero los de Valladolid, que son la capital del universo conocido (y por conocer) le han puesto su propio nombre. Pues Gellida consigue que sintamos ese frío en nuestro cuerpo y que, con 30º a la sombra, tengamos necesidad de echarnos unas mantas para continuar leyendo.

 

 

  • El desenlace es la demostración de que con los giros narrativos imprescindibles se puede conseguir que al lector se le desencaje la mandíbula y se le desorbiten los ojos. Porque llega un momento que la  novela se convierte en un misterio de habitación cerrada y, aun así, consigue, sorprendernos. Cuando cerramos la novela nos damos cuenta de que, ¡equilicuá!, hemos sido «engañados», «utilizados» y «manejados», y que nosotros también formamos parte del universo Gellida.

 

 

Resumiendo, que dice el Maestro: Astillas en la piel me ha parecido un libro diferente a lo que nos tiene acostumbrados el autor, con unos protagonistas bastante lejos de los arquetipos, con una trama bien construida sin apenas tópicos del género, en la que Gellida, como siempre, maneja los saltos temporales con pericia, consigue mantener y aumentar la intriga cortando los capítulos con fuerza para mantenernos enganchados a la historia, y con un desenlace a la altura. 

 

Esta es, posiblemente, la novela más brillante del autor; aunque empezamos con un asesinato que es gellidismo extremo, luego transcurre de una manera en la que parece que se aleja de él, para después meternos de lleno en una historia crudísima, de esas que ponen los pelos de punta por su realismo, para pasar, finalmente, a un juego psicológico entre dos mentes «enfermas». Es como si hubiese escogido lo mejor de cada una de sus novelas anteriores y hubiese hecho un «guiso» al que no le sobra ni le falta ningún ingrediente; además, también tiene el punto justo de sal. 

 

 

Un NOVELÓN solo para sibaritas y paladares exquisitos, y para cualquiera que todavía no se haya adentrado en el universo Gellida (benditos seáis, que todavía tenéis doce novelas que disfrutar) esta es una buena opción para iniciarse. Vamos, insensatos, id encargándola, que el 9 de septiembre ya está aquí. 

 

 

 

 

 

Autor

 

César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en dirección comercial y marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual hasta que, en 2011, decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor.

 

César Pérez Gellida irrumpió con fuerza en el mundo editorial con Memento mori, que cosechó grandes éxitos tanto de ventas como de crítica y obtuvo el premio Racimo de literatura 2012.

 

Constituía la primera parte de la trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne», que continuó con Dies irae y se cerró con Consummatum est y por la cual le fue otorgada la Medalla de Honor de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses 2014 como reconocimiento a su ardua labor de documentación.

 

En noviembre de 2014 le otorgaron el Premio Piñón de Oro como vallisoletano ilustre, y en marzo de 2015 apareció su cuarta novela, Khimera. Actualmente sigue escribiendo y colabora como columnista en El Norte de Castilla.

 

La trilogía «Refranes, canciones y rastros de sangre» esta compuesta por Sarna con gustoCuchillo de palo y A grandes males.

 

En noviembre de 2017 publicó Konets, secuela y su precuela de ambas trilogías.

 

En octubre de 2018, con Todo lo mejor inició la bilogía berlinesa, que concluyó al año siguiente con Todo lo peor.

 

En noviembre de 2020 publicó La suerte del enano.

 

 

Datos del libro

 

 

 

 
Título Astillas en la piel
Autor César Pérez Gellida
Editorial Suma
Primera edición 9 septiembre 2021
Traducción
Serie

 

 

 

 

 

 

Puedes encontrar a Montse Martín en Lector Cero. Si quieres un informe literario o una corrección de tu novela, puedes contactar con ella aquí.

 

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2 Comentarios

  1. Rosa

    Este hombre escribe a más velocidad de la que yo le leo. Aún tengo pendiente Todo lo peor y La suerte del enano. También he de decir que su segunda trilogía la abandoné después de leer el primer libro, y la primera, la terminé a duras penas. Me reconcilié con el autor en Todo lo mejor que me gustó mucho. A ver si me voy poniendo al día.
    Un beso.

    Responder
    • Montse Martín

      Hola, Rosa:
      Pues para los gellidistas escribe demasiado despacio :(.
      La bilogía berlinesa es muy buena, pero esta es aún mejor. Objetivamente, considero que es su mejor novela y la más brillante.
      Un beso.

      Responder

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